El mono de Vinícius y el tonto de Ceballos

Se echa de menos la versión más alegre y desequilibrante del extremo brasileño, más pendiente ya de las gradas y los árbitros que del 'jogo bonito'; se echa de menos, sin más, a un centrocampista tan completo y tan comprometido como el utrerano, que tiende otro puente al hacerse el loco

Óscar MurilloÓscar Murillo
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El mono de Vinícius y el tonto de Ceballos
Ceballos agarra a Vinícius para que no proteste más a Soto Grado a la finalización del Real Betis-Real Madrid. - Lince

En todos los campos hay imbéciles. También en el Santiago Bernabéu y el Camp Nou. En el Benito Villamarín ha habido en los últimos años no ya lerdos, sino también desalmados y energúmenos que lanzan objetos al terreno de juego, haciendo un daño irreparable no sólo a los agredidos, sino a la imagen de su propio club. A veces, en la capital hispalense exportamos carajotes, como el iluminado que fue repartiendo mamporros por Bilbao en la previa de un Athletic-Betis en la 16/17 o los dos supremacistas de pacotilla que dirigieron insultos racistas a Rico Lewis durante el Manchester City-Sevilla de la presente edición de la Champions. Si se juntan treinta y muchos mil en el Ramón Sánchez-Pizjuán y cincuenta y tantos mil en La Palmera, lógicamente, la probabilidad de que la cuota de idiotas aumente es alta. Es consecuencia, en parte, de la politización de la inmigración y de las deficiencias en la educación de un país, España, que ha sido desde que me alcanza la memoria xenófobo, misógino y homófobo.

Con Vinícius llueve sobre mojado. El acoso que recibe el brasileño es intolerable, hasta el punto de que LaLiga ha creado una comisión de seguimiento para evaluar si el trato que recibe desde la grada en los campos de España sobrepasa los límites. Con la suerte que tenemos por estos lares, la primera sanción recaerá en el Betis, al que ya le tienen ganas por unos deleznables precedentes, aunque flaco favor haría Tebas dando importancia al anormal de turno que le gritó 'mono' en un momento del encuentro y no a los otros 52.211 que fabricaron una olla a presión en pro del espectáculo. Seguro que el palurdo en cuestión no levanta la voz en su casa o en su trabajo, pero se desahoga en un campo de fútbol con un chaval de 22 años cuyo trabajo está valorado en 120 millones de euros. El atacante lleva callando bocas desde que llegó, pero ha sido este año cuando sus bailes de celebración molestan a todo el mundo. A lo Cristiano, se la suda y sigue jugando exactamente igual, aunque últimamente no le salen las cosas.

Cosido a patadas, está más pendiente de la grada que del césped. Por su forma de jugar, como le pasa a Fekir, es más propenso a recibir entradas fuertes que, por ejemplo Modric. Porque a ver cómo lo paras si no. Para eso están los árbitros. Luego, si dejara de ponerse a la altura de quienes insultan frotándose el parche de campeón del Mundial de Clubes... A eso se refería Aitor Ruibal, que es muy fácil tergiversar y echarle a los leones. Lo mismo en el Villamarín no le funciona, que aquí insultaron hasta a un jugador propio que era (y es, vamos) negro, pero la campaña de asedio pasaría. A este respecto, sólo dos apuntes más: a ver si hay comisiones que protejan a otros futbolistas con otras camisetas a los que también les dan fuerte y flojo de visitantes, aunque se lo tomen con más filosofía; y yo sí que tengo mono de Vinícius. Del de antes, no del más amonestado del Real Madrid (11 amarillas, ninguna doble porque viste como viste), sino del del carrerón en el Etihad Stadium, el de la final ante el Liverpool... El del 'todo eran risas' hasta que... dejó de fallarlas a puerta vacía y enchufarlas todas.

Al otro que echo de menos, de verdiblanco digo, es a Dani Ceballos. Con Joaquín Sánchez y Fabián Ruiz, el mayor talento que mis ojos han visto salir de Los Bermejales. No soy tan viejo para recordar a Rafael Gordillo, pero a los otros tres los he disfrutado mucho. Entiendo a quienes le pitan todavía (muchos presentes en la grada insisten en que también se le aplaudió, aunque las palmas suenen menos que los silbidos, como demuestra el vídeo del compañero Álvaro Muñoz). Eso explica por qué el utrerano comentaba después del partido del domingo en zona mixta que "ojalá pueda seguir viniendo" a La Palmera y que le sigan "queriendo tanto". No se hace el loco ni el tonto, porque sabe que aquí se le quiere. Que no se le perdonen las formas en su adiós, allá por 2017, es otra cosa, pero ya tomó medidas (bye, bye, Bahía) y tendió puentes, que sigue fortaleciendo para cuando toque. "Es la cosa más bonita que me ha pasado como futbolista". Así califica Ceballos lo que significa para él jugar en el Benito Villamarín, al que ha vuelto de tapadillo miles de veces para ver a su Betis. Porque, luzca la camiseta que luzca, puede sentir lo que le dé la gana. Y éste siente en verde y blanco. No siempre fue su culpa seguir fuera, ojo. Y, si el Madrid le hace una buena oferta de renovación, es normal que se lo piense. O que no se lo piense y firme. Seguro que todos los que le pitan rechazarían un trabajo mejor remunerado por amor. Todos. Yo, el primero. Era ironía.

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