Esperaba
Setién que
Gattuso cambiara de plan después de la derrota en
San Siro, pero salvo por el dibujo (1-3-4-3), el guion no fue muy diferente al encuentro de hace dos semanas, algo que al Betis le vino de perlas. Los de
Setién aprovecharon que el
Milan renunciara claramente a la pelota. Con una presión escalonada, lograron hacerse con el control casi absoluto del esférico y no tardaron en imponer su ley.
El
Betis circuló a placer el balón, sacándolo desde atrás sin grandes problemas y, pese a que a veces lo movía hasta el hartazgo, se mostraba tan cómodo, que parecía cuestión de tiempo encontrar el hueco idóneo. Al más puro estilo Setién, el equipo maduraba las jugadas confiando en que apareciese la magia de
Lo
Celso, que empezó a carburar pronto y encontró en
Joaquín,
Canales y
Junior a sus grandes aliados. Entre ellos fabricaron la jugada del primer gol y las mejores ocasiones -pocas pero claras- del primer acto. Se enfrió algo el
Betis en la recta final de la primera mitad y arriegó un poco más en la salida, pero no pasó mayores apuros ante un
Milan que no encontraba la forma ni de quitarle el balón el Betis ni de hacerle daño.
Tras el paso por los vestuarios, el
Milan reaccionó -lógico por otra parte- y adelantó la presión. Fue entonces cuando al
Betis le costó tener la pelota y, sin ella, se desconectó y lo pagó con el empate. Emergió el
Betis en la recta final ante un
Milan desfondado, pero ambos terminaron dando por bueno un empate que en el Betis sabe a poco y que deja con la sensación de no haber sabido rematar una faena que comenzó en San Siro.