Los trenes de Ceballos y Fabián

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Los trenes de Ceballos y Fabián
- Joaquín Adorna
Ceballos salió huyendo. Se montó en el tren de las prisas, de las urgencias. En uno de esos trenes modernos de alta velocidad a los que se suben jóvenes imberbes, inmaduros e impacientes que piensan que la vida es un suspiro -lo es- y que las oportunidades viajan en él y se esfuman al ritmo que los vagones superan railes.

Ceballos decidió montarse en ese tren que tantas veces nos venden como el que pasa una única vez. Lo hizo, probablemente, para escapar de un club que -intuía- se le quedaba pequeño. Decidió, sólo él sabe si pensándoselo dos veces, subirse a la grandeza y dar una patada al entorno en que su mente sólo veía estancamiento. Decidió aterrizar en un vestuario lleno de estrellas con las maletas semivacías de experiencias acumuladas, pero rebosantes de un ego capaz de enfrentarse sin miedos a la más exigente realidad.

Ceballos se subió a uno de esos trenes que llenan de billetes la cuenta corriente y vacían la autoestima por falta de presencia en los carteles. Trenes cargados de olas que rompen los castillos de arena, que te dejan con la vida llena y gran parte del alma vacía.

Fabián vio a Ceballos partir. Vivió junto a él, de cerca, la valiente decisión de optar por el cambio. Y en la distancia ha comprobado que el crecimiento prometido tenía espinas y que la estable felicidad encontrada descarrila sin previo aviso, por una mala decisión, en una curva sin aparente peligro. Ahora su destino le ha empujado al mismo andén en el que hace un año estuvo su compañero. A unos oídos de 22 añitos recién cumplidos llegan los mismos elogios y 'cantos de sirena'; el ruido de sables del 'otro Clásico' Barça-Madrid tratando de capturar a otro joven talento; el amplio repertorio de atrayentes tentaciones capaz de hacer perder la cabeza al joven más sensato.

El tren exclusivo viene buscando bisoños pasajeros y trae un billete con nombre y apellidos: Fabián Ruiz Peña. Su cláusula está al alcance de los poderosos y él podrá elegir si subirse o quedarse en tierra. Saltar de una vez dos mil escalones o avanzar paso a paso llenando las alforjas de errores permitidos y de auténticos valores mascados en el día a día. La cartera menos llena, pero la inmensa alegría de sentirse valorado y de lograr lo que quisiera cualquier bético criado en la cantera: triunfar en el primer equipo.

Tal vez Fabián ya esté montado en el tren de su vida, el que puede llevarle a crecer junto al club que le ha dado la oportunidad de ser futbolista; el que transporte los sueños de un actor principal que sólo aspira a ser feliz jugando al fútbol.
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