Indulgencia y exigencia para Machín

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Indulgencia y exigencia para Machín
- Joaquín Adorna
No hace falta ser especialmente empático para entender a Machín. Comprendo que, en la extensa comparecencia previa a la ida del durísimo cruce copero ante el Barça, todavía con el resquemor de las críticas recibidas por la derrota en el Bernabéu, el técnico del Sevilla deje en el ambiente la sensación de estar 'amargao'. Es para estarlo porque no parece muy normal que más de medio equipo haya sufrido algún tipo de lesión desde lo que llevamos de temporada.

Las bajas de Munir -un mes sin las piernas que acaban de llegar para dar refresco a André Silva o Ben Yedder- y Gnagnon -tras disputar sus dos mejores partidos como sevillista- son jarros de agua fría que caen sobre asfalto mojado. Dos damnificados más que se suman a una plaga de lesiones óseas y musculares que, en cinco casos -Gonalons, Amadou, Navas, Kjaer y Aleix Vidal- se han dado hasta por partida doble.

Machín perdió dos meses al mejor Escudero por una luxación del codo izquierdo; a Mercado un mes y medio por una fractura del cúbito derecho; a Gonalons cinco meses por una fractura de peroné y una lesión en el recto izquierdo, y aún sigue de baja; a Amadou un mes y medio por una luxación del codo derecho y dos semanas por una lesión en el isquiotibial derecho.



También se ha quedado sin Nolito cuando ofrecía su mejor versión; sin el insustituible Jesús Navas, quien ha estado fuera cinco semanas con problemas de sobrecarga en el sóleo izquierdo; sin Carriço una semana con gastroenteritis y sin André Silva otra semana por una lesión en el muslo. Difícil competir al máximo nivel en tres competiciones cuando hasta doce jugadores de tu plantel han acumulado cientos de horas en camillas y sofás sin poder vestirse de corto.

El contexto anterior sirve de indulgencia a Machín por convertirse, en un ejercicio de inevitable desahogo, en improvisado y contrariado portavoz de la enfermería del club. Tal vez le rente el ejercicio de sinceridad con el que ha dejado las cartas marcadas poniendo al mal tiempo mala cara. Son tantos los caídos, que resulta imposible focalizar en uno de ellos para convertir un contratiempo puntual en estímulo para el resto del grupo.

Arde la cera que hay, pero a Machín no se le debe nublar la vista en el análisis de la crisis que atraviesa el Sevilla y, en especial de la derrota en el Bernabéu. Se le acepta el posible bajón físico, la falta de frescura para ser efectivos con un fútbol tan intenso, la lectura de los cambios -errónea porque el Sevilla perdió; acertada si hubiera ganado-... Pero aguantar al Madrid 80 minutos con empate a cero, sin opciones de ganar y jugando como equipo pequeño, no acumula ningún mérito. Es más, mantenerse en la defensa de ese argumento le hace perder crédito.

Machín ya ha dado muestras de saber convivir con la exigencia. La misma que le obliga a revisar las notas de su libreta; a forzar su mejor sonrisa -"no llorar y sacar rendimiento a lo que tengo", como él mismo ha dicho-; y a demostrar ante el Barça que, aun con el vestuario lleno de heridos, su Sevilla no está muerto.
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