Adiós a Gregorio Conejo: retrato al sentimiento bético

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Adiós a Gregorio Conejo: retrato al sentimiento bético
- Joaquín Adorna (@JoaquinAdornaED)
Todavía con el eco de los mensajes de dolor de hace seis días por el profundo vacío que dejó en la familia bética el adiós a un mito, Rogelio Sosa, nos da la vida otra muestra de su efímera condición con el fallecimiento (75 años) del exdirectivo bético Gregorio Conejo. Un personaje entrañable, cariñoso, servicial, divertido, amigable, amante de todas las tradiciones sevillanas y bético, muy bético, por encima de todo.

Gregorio siempre 'estaba en la foto' (en la imagen, estática o audiovisual). El don de la ubicuidad -en barrera 1ª fila de La Maestranza saboreando a Curro y en el Real de la Feria con la primera plantilla del Betis- lo ejercía en primer plano, tras el famoso personaje que acompañaba al Señor Don Gregorio Conejo o al fondo fuera de foco. Y aceptaba, con agudo sentido del humor, la guasa sobre el gran tamaño del habitáculo que guardaba su mente inquieta.

Pocos sabían que había nacido en Málaga (1944). Su intenso beticismo dejaba en segundo plano cualquier otra seña de identidad. Ha sido, sin duda, el mejor embajador del Betis durante las tres décadas en las que estuvo vinculado al club al que sentía con toda su alma. Llegó al Villamarín en los años 80 con Juan Mauduit en la presidencia y por Heliópolis se mantuvo su imborrable imagen junto a Gerardo Martínez Retamero, Hugo Galera, José León y Manuel Ruiz de Lopera. Hacía todos, lealtad y su inevitable dosis de protagonismo.

De su pasión -el Betis estaba antes que su negocio de venta de maquinaria agrícola- y de su entrega incondicional pueden dar fe multitud de jugadores de la primera plantilla, con los actuó como el mejor cicerone a sol y sombra. Siempre con una sonrisa en la cara, siempre conquistando corazones ilustres para la causa bética -Alejandro Sanz, Julio Iglesias, Carlos Cano...- y siempre con la foto enmarcada y regalada para da fe con su particular acta notarial. También ayudó a convertir en devoción el cariño que la madre de Don Juan Carlos, Doña María de las Mercedes, sentía por el Betis. Ahí estaba Gregorio, en la foto del palco del Benito Villamarín el 19 de marzo de 1995, cuando la condesa de Barcelona recibía la insignia de oro y brillantes, y una sonora ovación de toda la afición bética.

Se nos va una parte de la historia del Real Betis Balompié y un gran conocedor de la misma. Desde dentro, en las entrañas del club, en los rincones más íntimos de la entidad. Dándole visibilidad a todo aquello que sirviera para expandir la marca Real Betis y mostrando la sabiduría y la prudencia de quien vale más por lo que calla que por lo que cuenta. Descanse en paz un bético de corazón: Gregorio Conejo.
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