El bochorno sufrido en la final de
Copa ha desatado en
Nervión un huracán de incalculables consecuencias. De momento, ya ha rodado la cabeza de
Óscar Arias, aunque el sevillismo más ruidoso pedía más: acabar con todo y con todos, preso de un estado de ira que, sin desdeñar teorías conspiratorias, se antoja tan justificado como desmedido. Porque nunca antes una debacle en una final encendió tanto a una hinchada. Quizás sólo sea el síntoma de la grandeza adquirida por este club en los últimos tiempos, pero sea cual sea la razón, lo verdaderamente importante es que restan otras cinco 'finales' para salvar la temporada con una plaza europea. Lo contrario sí que sería un ridículo más que un fracaso y el temporal podría llevarse por delante hasta los cimientos del fallido primer proyecto sin
Monchi.
Con el cuestionadísimo
Montella al frente, por tanto, el
Sevilla está obligado hoy a romper su nefasta racha de ocho encuentros sin vencer. Sin una victoria, la "unanimidad" del consejo para ratificarlo se volvería más inexplicable si cabe, sin el dinero de un despido siquiera como excusa. Porque no vencer en el
Ciudad de Valencia sería asomarse al precipicio, con dos rivales directos midiéndose el domingo (
Getafe y
Girona) para asaltar una séptima plaza que a día de hoy, con sus previas incluidas, es oro puro para tan deprimido equipo.
El de hoy es el primer asalto de una liga de cinco jornadas (cuatro para el resto) en la que mucho deberán mejorar los de
Montella, cuyos números (19 puntos de 48) sólo lo empeoran los tres desahuciados que ocupan el descenso. Pero no esperen revoluciones. Tampoco sería lógico. Al fin y al cabo, sobre el césped del
Wanda estaban casi todos los mejores de este
Sevilla sin gol ni físico, aunque jugadores como
Sarabia o
Escudero bien merecen un descanso. Ahora falta que la conjura que la plantilla llevó a cabo el lunes, sin el técnico, se traduzca en ese aporte de alma y carácter que debe ir unido al fútbol y que tanto se echó de menos en
Madrid.
Los cambios en el once, por tanto, podrían pasar por revitalizar el ataque con
Sandro y
Ben Yedder, en lugar de
Correa, que ayer se entrenó al margen y no entró en la lista, y
Muriel. Pero la ausencia más llamativa es la de
Nzonzi, al que su salida nocturna tras la final le deja fuera de la convocatoria, si bien oficialmente sufre molestias en el tendón rotuliano derecho. En su lugar, todo apunta a que
Pizarro será una vez más su sustituto.
Y enfrente, el mejor
Levante de la temporada, con una derrota en los últimos ocho partidos de la mano de
Paco López, que pierde a
Lerma por sanción y volverá a recuperar su 4-4-2 tras asaltar
San Mamés. Para ellos, ganar es salvarse virtualmente. No lo pondrán fácil. Pero la redención sevillista es obligatoria.