Los 18 millones de euros que marca la cláusula de rescisión de
Pablo Sarabia (22 en los últimos días de cada mercado de transferencias) convierten al centrocampista madrileño en una oportunidad de mercado para los grandes de Europa, siendo 15 goles y ocho asistencias en 28 partidos los registros del sevillista.
Una auténtica fuga de agua en la planificación nervionense que
Joaquín Caparrós, director de fútbol del
Sevilla, intenta tapar desde hace varios meses, ofreciéndole una renovación al madrileño en la que no sólo ampliaría su vinculación con los de
Nervión (actualmente caduca en 2020), sino en la que también se colocaría en el escalón de los mejor pagados de la plantilla (
junto a Kjaer y Éver Banega, que a su vez negocia otra mejora que lo colocaría en solitario) en base a objetivos. Los contactos, c
omo el propio Caparrós indicó este martes en los medios oficiales del club, se siguen produciendo, esperando el utrerano llegar a buen puerto más pronto que tarde. El desenlace positivo, sin embargo, no acaba de cerrarse y tiene su explicación en las numerosas 'novias' que llaman a su puerta desde el pasado verano,
colocando a Sarabia en ese estatus, o incluso por encima, sin pluses, ni variables. ¿Y, entonces, por qué no se ha marchado ya?
Tal y como ha podido conocer ESTADIO, Sarabia no tiene intención de
abandonar Nervión en este mes de enero, a no ser que acabe de concretarse la oferta irrechazable que lleva esperando desde verano tanto dentro como fuera de Nervión. Una operación que, en España, no acaba de concretarse por ahora, pero que se está perfilando con el paso de los meses. A partir de junio, por tanto, sería otro cantar
si Joaquín Caparrós no consigue evitarlo antes. El deseo del futbolista no es otro que el de apurar el mercado nacional, donde sólo
Valencia, Atlético, Real Madrid y Barcelona pueden mejorarle lo que le ofrece el
Sevilla, amén de una
Real Sociedad que ya no cuenta con el mismo aval deportivo. Para el extranjero, en este mercado de enero se está descolgando en sus exigencias económicas, solicitando lo imposible; unos diez kilos brutos por año.
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