Es difícil no entender qué ocurre con
la posible renovación de Pablo Sarabia si no se atiende a que
el fútbol es la ilusión de muchos y el negocio de unos pocos que son los que mueven el cotarro. Aquí, al final,
todo acaba siendo una cuestión de dinero. El que desea ganar el jugador, el que quiere cobrar el agente y/o intermediario y el que desea ahorrarse el club, siempre
reacio a aumentar un tope salarial ya de por sí elevado (en Nervión se lleva la mayor parte del presupuesto). Si le da a uno lo que pide, pronto tendrá al resto del plantel en la puerta del director deportivo haciendo cola.
No existe intención de desestabilizar en este asunto, público a horas de un importante partido, pero es qu
e tampoco existe un momento ideal para las noticias negativas. Nunca.
La reunión Juande-Tottenham fue previa a la vuelta de la Supercopa contra el Real Madrid. Entonces, ya se tildó a los periodistas de desestabilizadores, cuando el manchego negó la mayor, pero el Sevilla ganó en el Bernabéu y Juande acabó en Londres.
Sarabia es, ante todo, un enorme profesional. No hay más que ver su rostro cuando está sobre el césped, no hay más que atender a sus números, que son una auténtica locura. Los mismos y
su próximo fin de contrato le sitúan en una posición de fuerza y su agente, obviamente, lo sabe. Porque además el mercado está loco y un centropcampista de
26 años que lleva en enero
17 goles y ha dado nueve asistencias es una auténtica ganga,
por 18 o por 22 millones. Da igual. Su valor de mercado, por cierto,
es de 40, según
Transfermarkt.
Al aficionado, que lo reduce todo a que el jugador es un mercenario, a que el club no se quiere gastar el dinero o a que la prensa es banquiverde o blanquirrojo, según se mire,
se le escapan muchas cosas. Promesas no cumplidas, favores, acuerdos con terceros, enfados... dinero, siempre, al fin y al cabo.
Y todo el mundo está en su derecho. Es una pura y dura negociación.
Ginés Carvajal ya firmó la salida de Sarabia por apenas 400.000 euros en Getafe y le puso
una cláusula baja también en Sevilla, la cual tampoco quiere ahora aumentar apenas. ¿Y si lo tuviese hecho ya con otro equipo? ¿Lo reconocería? ¿Le diría al Sevilla que no renueva, arriesgándose a no jugar más, o trataría de alargar la negociación hasta verano con nuevas exigencias, imposibles de cumplir?
Pese a la amenaza que supone que su carta de libertad sea tan baja y que resten pocas horas para cerrar el mercado,
Sarabia no desea marcharse en pleno mercado de enero, por la puerta de atrás. En verano, seguramente. Eso, al menos, se temen en el Sevilla, donde estudian desde hace tiempo el mercado para hallarle el mejor sustituto posible. Y hay un par de jóvenes españoles en el punto de mira. Fútbol.