No existen dos jugadores iguales, pero, desde luego,
lo que nunca existirá es otro Éver Banega. De hecho, ni siquiera Banega volverá a ser el excelso futbolista del que ha podido disfrutar el sevillismo durante años.
"El jugador con más talento que he fichado nunca", suele decir un Monchi que ha comprado algún que otro buen futbolista, como Luis Fabiano, Kanouté, Rakitic o Alves, por nombres sólo algunos.
El Banega del Wanda, sin embargo, sí fue muy bueno, pese a que a muchos les influencien más
los mantras tuiteros que lo que sucede sobre un terreno de juego. Y, en todo caso, lo de no meter el pie porque se irá en verano tendría sentido si no hubiese firmado contrato alguno, pero el argentino cobrará lo mismo aunque llegue a Arabia Saudí silla de ruedas. Y está en su derecho de terminar su corta carrera pensando en asegurar su futuro y el de su familia. Faltaría más.
Decía que la actuación de Banega, quien
ha estado semanas arrastrando molestias, fue tremendamente positiva. Y, diría más,
fundamental para que el Sevilla sacase algo del Wanda. De hecho,
recupera el balón que da origen al 0-1 por ir con todo a un balón dividido, no se escondió nunca y
ayudó a sacar el balón jugado desde atrás ante un rival que salió con todo desde el principio a morder para recuperar lo más arriba posible, dado que a este Sevilla no es fácil crearle peligro en ataques posicionales.
Igual usted vio otra cosa. Y es posible, porque ahí radica está la grandeza de este deporte.
Las estadísticas, sin embargo, son más difíciles de rebatir. El '10' nervionense fue
el jugador que más tiempo tuvo el balón en los pies (un 9,4%),
el que más pases correctos dio (61), el que más veces se la dio al compañero
en campo contrario (16), el sevillista que
más veces centró (3) o el que
más balones recuperó (7) y
entradas realizó (6).
Desde luego,
resulta complicado hacer todo eso sin correr, aunque en el fútbol
no se trata de correr por correr ni de aparentar, sino de estar y de hacer. Que no está físicamente a su mejor nivel también lo aprecio yo y lo sabe él, porque
ha seguido jugando incluso cuando no debía, y ése es un dato que se le escapa tanto a las estadísticas como a los mantras: el de la
implicación.