Lorenzo Serra Ferrer es, indiscutiblemente, un referente para el beticismo. Querido como pocos en
Heliópolis, fue el entrenador que devolvió al equipo a
Primera en 1994 y a
Europa el año siguiente, permitiéndolo luchar en 1997 por el segundo título de la
Copa del Rey de su historia -no pudo ser, pero se redimió en 2005-, así como convirtiéndolo en el primer club andaluz en disputar la
Champions League.
Por ello, su retorno a la
Avenida de La Palmera, del que acaban de cumplirse dos años, fue una gran noticia. También para
Ángel Haro y
José Miguel López Catalán, que se beneficiaron del mejor paraguas posible en una etapa aún convulsa, accionarial y societariamente hablando.
Con el de Sa Pobla como vicepresidente y, a todos los efectos, director deportivo, el
Betis ha regresado a
competiciones continentales, amén de mejorar considerablemente su plantilla y ver ésta
revalorizada, lo que no ha sido óbice para que las diferencias entre los miembros de la
comisión ejecutiva, especialmente con
Catalán, se hayan acentuado en los últimos meses, con el fracaso en el mercado invernal como gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los dos representantes de
'Ahora, Betis, Ahora'.
Como ya es sabido, los rectores verdiblancos han decidido ampliar y modernizar el área de fútbol, con la incorporación de varios especialistas en aspectos en los que se han detectado deficiencias (idiomas, 'big data', coordinación de ojeadores...). Dos que podrían regresar son
Jesús Sánchez y
Ángel Luis Catalina, que rescindieron ayer con el
Valladolid, pero habrá más novedades, manteniéndose en su puesto el secretario técnico,
Alexis Trujillo, amén de otros ojeadores como
Juan José Cañas.
Ocurre que esta reestructuración supone una pérdida de poder de
Serra Ferrer, que ya vio cómo se le desplazaba del control de la cantera (también a su hombre de confianza,
Pep Alomar, degradado y con una oferta muy a la baja para seguir... a las órdenes de Miguel Calzado) y, ahora, deberá decidir
si acepta el rol secundario que le han propuesto, con la consiguiente rebaja de sus altos emolumentos,
o presenta su renuncia. El balear, un accionista reseñable (y codiciado por la oposición a
Haro y
Catalán), pasaría a ser un consejero raso, un consultor en materia balompédica del órgano de gobierno del club, manteniendo su voz -habrá que ver si el voto- dentro de la comisión deportiva. El próximo martes, durante la presentación de
Rubi, deberá escenificarse su decisión.