Los favoritos son los padres

Entre el 'kiricocho' y el contragafe: la maquinaria mediática, que no tiene necesariamente que ver con jugadores y cuerpos técnicos, se puso en marcha ya el miércoles por la noche para tratar de reducir la evidente distancia actual entre Betis y Sevilla

Óscar MurilloÓscar Murillo
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Los favoritos son los padres
Un lance del último duelo de rivalidad hispalense en el Benito Villamarín, que terminó sin público al día siguiente. - Lince

Si el fútbol fuera una ciencia precisa, que no exacta, como las matemáticas, no estaríamos hablando nada. Pero no lo es. Ni por asomo. Encaja con mayor comodidad en los dispersos márgenes de la probabilidad. Evidentemente, de 100 veces que se enfrenten Real Madrid y Cádiz, las diferencias de presupuesto y, por ende, de plantilla entre ambos decantarán el marcador mayoritariamente del lado blanco, pero el índice decrece en cuanto lo hace el número de la muestra, hasta llegar a la conclusión de que, a un partido, puede pasar cualquier cosa. El vigente campeón de LaLiga y la Champions League será siempre favorito, aunque el triunfo amarillo no está inédito en la estadística.

Históricamente, especialmente antes del subidón del Sevilla FC a partir de 2006, las distancias entre los dos grandes clubes hispalenses fueron menores, aunque el dominio nervionense en el siglo XXI es palmario. En cuanto a títulos, no hay color. Bueno, sí, el blanco y rojo, con 10 de sus 14 títulos conseguidos en los catorce años posteriores a la fecha indicada, mientras que el Real Betis únicamente tiene cuatro, todos ellos nacionales, y tocó plata en abril de este año, 17 después del anterior. Con todo, los derbis son otra cosa. #ElGranDerbi, como han bautizado los que saben de esto al duelo cainita por excelencia del balompié patrio. Con su almohadilla y todo, porque no es un nombre, ni siquiera un concepto, sino un 'hashtag'.

Pero, volviendo a lo importante, en los Betis-Sevilla y Sevilla-Betis se igualan las fuerzas. Claro que hubo goleadas, incluso sorpresas. Y eso es lo bonito de estos partidos. Del fútbol, en general, porque sería tela de aburrido que todo estuviese escrito de antemano en una especie de guion irrefutable. Influyen tantos detalles que al más pintado le pasan factura. El que va lanzado tiene una mala noche, el que está hundido saca energías de su flaqueza... Lo políticamente correcto se deja para otro fin de semana, ya que todos quieren ganar, aplastar si se alinean los astros, a su vecino para evitar unos días, semanas e, incluso, meses de la tan manida guasa sevillana.

Los dirigentes de unos y otros hacen un esfuerzo por restarle trascendencia, por tildarlo de un partido más, aunque no lo es. Nunca lo será. Subrayado en rojo o en verde cuando se 'sortea' (sí, entrecomillado, porque de sorteo ya tiene poco) el calendario en el mes de julio, los derbis trascienden todos los encorsetamientos, todas las faltas de respeto, todas las jugadas al despiste. Pepe Castro acuñó una de las más sonadas, cuando instó a su Sevilla a abandonar los localismos, aunque luego celebraban sus victorias como si de finales de Champions se tratara. Estaban a otras cosas más importantes, decía, pero no coló. No cuela. Porque se puede ir a muerte a un Clásico y a por la Decimocuarta. Que se lo digan al Madrid. O al Barça, restando unas pocas 'orejonas'.

Hambre insaciable para crecer

La clave de la ambición es no hacer prisioneros. Hay que tener hambre de todo, de dulce y de salado, de aperitivos y de platos fuertes. Así lo ha interpretado Manuel Pellegrini, que pasó tres kilos de reservar a los mejores en el trámite ante el HJK Helsinki y, antes al contrario, metió a casi todos los que estaban en plena forma para que se activaran. También para que alguno de la unidad B, tipo Aitor Ruibal, le demostrara que podía estar en su once del domingo. Luego, en sala de prensa, máximo respeto al Sevilla, pese a las abismales diferencias en juego, resultados y clasificación entre ambos. Y sin carteles, porque, una vez más, los favoritos en los derbis son los padres.

Así parecen entenderlo también los aficionados que participaron masivamente en la encuesta propuesta esta semana por ESTADIO Deportivo, que confieren al Betis esa superioridad tan clara a la hora de apostar por su triunfo. Casi un 55% pondría un '1' en la quiniela, cierto, pero el '2' está respaldado por prácticamente el 45% de los que respondieron, que apenas ven un empate (0,44%). Piensen igual o no, en el Sánchez-Pizjuán han activado la maquinaria mediática para acercar pronósticos. Telles, Rakitic o Rafa Mir dejaban claro que el Sevilla va a ganar a su eterno rival y que será el punto de inflexión que necesitan. Incluso, periodistas e informadores de sentimiento afín o que cubren asiduamente la actualidad blanquirroja hablan a boca llena de palizas del Betis, de que todo lo que no sea golear será un fracaso para el cuarto de Primera (empatado con el tercero) y único invicto ya en octavos de la Europa League, exento de la Copa del Rey como vigente campeón y a la espera de pugnar por la Supercopa de España. El 'kiricocho' o el contragafe, le llaman. Si cala, pues eso que llevan ganado.

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