La impresionante celebración de los jugadores del Sevilla con la grada del Pizjuán, en vídeo

La plantilla nervionense estalló con el pitido final de Artur Dias y se fundió con la afición, que fue ese jugador número 12 que se necesita en las grandes noches europeas

Óscar MurilloÓscar Murillo 4 min lectura

A las duras y, ahora, también a las maduras. La comunión entre la grada del Ramón Sánchez-Pizjuán y su plantilla es indisoluble. Seguramente, vivió mejores momentos que a principios de esta temporada, pero, como padre que riñe a su hijo cuando se equivoca, siempre lo hace por su bien. Con críticas generalmente constructivas, también alguna subida de tono, pero con el crédito que dan años y años de respaldo incombustible. La afición del Sevilla FC merecía una noche como la de este jueves 20 de abril, con una goleada al Manchester United para demostrar que el golpe de suerte en Old Trafford, que lo hubo (hay que buscarla también, y eso los blanquirrojos lo hicieron con la fe que se trajo en la maleta de Zaldívar José Luis Mendilibar), no fue sino el prólogo de una historia con final mucho más feliz: un 3-0 que se quedó corto, porque pudo ser mayor, para llegar a sus séptimas semifinales de la Europa League.

El pitido final del portugués Artur Dias dio paso a un catálogo extenso de muestras de júbilo y respeto. En-Nesyri se arrodillaba y miraba al cielo, exhausto tras una carrera para que De Gea la pifiara en el 3-0, mientras que se formaban piñas entre titulares y suplentes, que se dirigieron inmediatamente al Gol Norte para celebrar el meritorio triunfo con sus ocupantes. Las imágenes desde Gol Sur eran impresionantes, ya que los hinchas botaban junto a los profesionales en una coreografía que parecía ensayada, con cánticos improvisados en los que se recordaba, por ejemplo, que "La Giralda de nuestra ciudad, sólo ve a un equipo ganar, el equipo del arte y el salero, el equipo del Ramón Sánchez-Pizjuán". Tocaba disfrutar, reír, el éxtasis. No era para menos. El sancionado e inhabilitado en la UEFA Pape Gueye, vestido de calle, recorría el césped junto a Gudelj con las gafas de sol puestas. Todo valía en una de esas grandes noches que pasarán a la historia de una institución que mantiene un idilio firme y duradero con la segunda competición continental. El para muchos denostado 'paragüero' que cubre y refresca con su plata a un club que ha ido este curso de menos a más.

Ya avisaba en las horas previas el vicepresidente Del Nido Carrasco que veía al sevillismo "engorilado". Y, seguramente, imaginaba un epílogo como el que se dio. Lo ha vivido infinidad de veces desde el palco, desde la grada y desde el propio césped. La historia reciente del Sevilla FC tiene ejemplos de sobra para confiar, para entender que, incluso en el peor de los años, este club tiene alma en su competición, como redescubrió nada más llegar Mendilibar. El 'Teatro de los Sueños' se trasladó esta vez a Eduardo Dato, donde Morfeo tejió en blanco y rojo un nuevo manto de confianza que abriga, indulta, serena y no se queda corto. Porque el técnico vasco se está encargando de estirarlo con sapiencia.

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