El origen de los estadios con foso: miedo a las invasiones y otras curiosidades

Separación física y control de masas: la evolución de una medida de seguridad adoptada por el fútbol español

El origen de los estadios con foso: miedo a las invasiones y otras curiosidades
El estadio Ramón de Carranza, actual Nuevo Mirandilla - Cordon Press

Los fosos en los estadios de fútbol, tan característicos en determinadas infraestructuras deportivas, tienen un origen práctico vinculado a la seguridad. Inspirados en las antiguas estructuras defensivas medievales, estos espacios fueron adaptados en los recintos deportivos con el objetivo principal de evitar la invasión del terreno de juego por parte de los espectadores.

Este recurso arquitectónico comenzó a implementarse con mayor frecuencia tras episodios en los que el público invadía el césped durante los encuentros, poniendo en riesgo la integridad de los futbolistas y el desarrollo normal del espectáculo.

El contexto sociopolítico también influyó

Durante los primeros años del régimen franquista, los eventos deportivos eran vigilados muy de cerca por las fuerzas del orden, e incluso por unidades militares. Las medidas de control eran estrictas y, en consecuencia, el comportamiento del público estaba muy limitado.

En este ambiente de vigilancia, los fosos sirvieron como un elemento disuasorio adicional, permitiendo una separación clara y efectiva entre los aficionados y el juego.

El Estadio Ramón de Carranza, pionero en España

El Estadio Ramón de Carranza de Cádiz, actualmente denominado Estadio Nuevo Mirandilla, fue uno de los primeros en incorporar esta particularidad estructural. Inaugurado en 1955, contaba con una barrera de cemento que, aunque no era un foso en el sentido profundo del término, actuaba como un obstáculo físico entre la grada baja (conocida como “banco de pista”) y el campo de juego. Este “foso” fue apodado en tono humorístico como “El Foso de los Cocodrilos”, aunque no tenía mayor profundidad que medio metro.

No era un foso tradicional, pero cumplía su función

A diferencia de los estadios modernos que pueden contar con fosos más profundos o vallados perimetrales, la solución gaditana fue sencilla pero efectiva: un muro bajo que impedía el paso directo desde las butacas más cercanas al terreno de juego.

Esta estructura no solo cumplía una función de seguridad, sino que también respondía a una necesidad estética y funcional de la época.

Legado arquitectónico que perdura

Aunque con el tiempo muchos estadios han optado por eliminar este tipo de separaciones físicas en favor de medidas más modernas, como la videovigilancia o las gradas retráctiles, lo cierto es que los fosos marcaron una etapa importante en la historia del fútbol. Su aparición respondió a una necesidad concreta en un momento específico y su legado sigue presente en algunos recintos que aún conservan esa distribución.