Temblor de piernas en el Sevilla de Lopetegui

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Temblor de piernas en el Sevilla de Lopetegui
- Joaquín Adorna (@JoaquinAdornaED)
Lo dijo Colusso, aquel chaval argentino que fichó González de Caldas -con estafa incluida-, tras su debut en el Sánchez-Pizjuán: "Me temblaron las piernas". Esa frase le marcó para siempre y aún hay aficionados sevillistas que la recuerdan. También le marcó el escándalo que destapó ABC por su traspaso, con falsificación de firmas y pagos de diferentes cantidades injustificadas. De hecho, la UEFA y la FIFA no dieron por válido su traspaso y tuvo que dejar de jugar en España.

Aquello ocurrió en el ya lejano 1996, pero el temblor de piernas en jugadores del Sevilla FC se ha palpado en los dos últimos partidos en casa ante el Cluj y el Osasuna. Todo apunta a que en ese punto -además de en las erróneas decisiones de Lopetegui-, radica el gran problema del Sevilla FC en sus partidos como local: en que hay futbolistas a los que los devora la presión que ejerce el Sánchez-Pizjuán.

Les falta la experiencia, el carácter o la personalidad para aguantar la exigencia de una grada que no tiene un pase y que sabe muy bien cuando un equipo transmite que va a ganar un partido o cuando sestea para que no pase nada, como hizo tras la expulsión del portero del Osasuna, con un 2-0 favorable en el marcador.

Ahí, seguramente, el problema es el entrenador. En ese momento es cuando Lopetegui tiene que meter al segundo delantero para transmitir a su rival, y a la grada, que es el día idóneo para golear y disfrutar.

El equipo ha perdido la confianza en el método del técnico, es incapaz de ejecutarlo porque los jugadores se desconectan. Son incapaces de dar tres pases seguidos para dar continuidad a la salida del balón desde atrás y a los errores individuales le sigue el pánico colectivo. Un grupo de profesionales en estado de shock, de vértigo, de temor al fracaso al que ellos mismos se lanzan.

Es un problema mental que, intuyo, tratarán los especialistas que tenga el club para tal efecto. Se paraliza el equipo en la dura atmósfera que crea la grada de Nervión. Si el equipo le transmite, su afición lo lleva en volandas, pero si no pelea cada balón, si se bloquea y se arruga, si se rinde -por llevarlo al término del himno- el sevillista da la puntilla a su propio equipo, aunque le duela en el alma. Está llena la historia de jugadores con calidad sentenciados al ostracismo deportivo. De entrenadores, ni hablamos: "Campeones de la Europa League a pesar de Emery", se ha dicho mil veces.

Si la cara es el espejo del alma, a Julen parece temblarle el cuerpo entero en el banquillo de Nervión, y no sólo las piernas. La percepción es que hay más equipo que entrenador y, por contradictorio que parezca, Lopetegui centra las críticas pese a tener al equipo tercero en la tabla -en objetivo- y a pesar de haberlo clasificado para los octavos de final de la Europa League. Además del fracaso copero, la afición ve que el equipo en su estadio, donde debería amarrar la mayor parte de los puntos, no juega a nada en muchas fases de los encuentros. De hecho, junto con el Villarreal es el que menos partidos ha ganado como local (6) de los nueve primeros clasificados.

El fútbol que pone en escena te puede dar para eliminar al Cluj rumano, un equipo muy rudimentario, o para ganar a Osasuna, pero difícilmente para aspirar a conquistar una sexta Europa League -que sería una barbaridad- o para acabar LaLiga entre los cuatro primeros. En un proyecto a tres años, con el respaldo de Monchi y con los números logrados fuera de casa, especular con un cambio de entrenador no tiene ningún sentido, suena a locura. Julen debe seguir cambiando cosas hasta lograr que las piernas de los suyos vuelen y, en Nervión, tiemblen las de los rivales.
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