Matar al fútbol para salvar el negocio

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Matar al fútbol para salvar el negocio
El Sevilla F.C.- Real Betis no se pudo disputar por la crisis del coronavirus. - Joaquín Adorna
Ocio y negocio en un mismo barco. Es la combinación perfecta. Disfrutan los aficionados con su pasión, el fútbol, llenan los estadios, son fieles abonados de pago, compran camisetas y alimentan la base emocional -sin la que no hay club- y económica de un fútbol que históricamente se ha permitido el lujo de vivir por encima de sus posibilidades.

El coronavirus ha pinchado el globo, del fútbol y de la economía. Se han parado los motores y los aparentes sólidos cimientos en los que se sustentaba el negocio se tambalean. Un enemigo invisible, al que en España se ha alimentado con falta de previsión y con incompetencia, ha logrado parar al mundo, nos ha encerrado a todos en casa, ha inyectado dosis de miedo en la mente de la población y ha bajado a la cruda realidad a un negocio que llevaba tiempo metido -y algunos, como el director deportivo del Sevilla, Monchi, avisaban- en una burbuja millonaria.

The show must go on (El espectáculo debe continuar). El título de la inolvidable canción del genial Freddie Mercury (Queen) en sus últimos meses de vida retumba en la mente de quienes manejan los hilos del negocio. O rueda el balón cuanto antes o el actual modelo pasa a mejor vida. La transformación, en cualquier caso, parece garantizada en casi todos los ámbitos de nuestras vidas. Ya el propio Tebas ha recomendado a los clubes que den valor a sus futbolistas cedidos y a la cantera, la que siempre aparece cuando no hay dinero en la caja.

El riesgo cero será imposible de alcanzar y la economía debe moverse si, previamente, se protege la seguridad de los ciudadanos, también la de los futbolistas. Tienen sus privilegios, también sus limitaciones -menos visibles-, pero no se les puede negar el derecho a proteger su salud y la de sus familares. Nos tendremos que acostumbrar a convivir con el coronavirus, tomando las medidas que recomiendan las autoridades competentes y aceptando las limitaciones que nos impone una pandemia que deja el dolor de decenas de miles de muertos.

La dependencia económica del fútbol de los derechos de televisión, sin embargo, obliga a forzar la máquina: volver cuanto antes. La intención es buena, necesaria, pero a la imprevisión y a la falta de coordinación se suma una decisión que salva al negocio y mata al fútbol: retomar la competición a puerta cerrada, sin que puedan asistir los aficionados. La esencia del fútbol la ponen los seguidores y sin ellos un derbi, el primer partido que deben disputar Sevilla y Betis, perdería su razón de ser.
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