Hay ganas de derbi. Hay ganas de cambio. Que el miedo no frene el deseo. Ganas de cambio en esta vida encorsetada sin fútbol verdadero. Que gane o pierda el
Real Betis o el
Sevilla F.C. el derbi no implica nada.
Serán tres puntos en la foto de esos balances que gustan a los entrenadores y a los clubes.
El juico final no es el juicio justo que emitimos quienes juzgamos en los medios de comunicación el partido a partido que sí gusta a entrenadores y clubes. Van las cosas bien, en general, y
nadie quiere que se mueva un varal.Lo dijo
Monchi en el Sevilla antes de caer en
Copa y de decir adiós a los cuartos de la
Champions. Se movieron los varales derrumbando las lascas que se movían en la ajustada puerta a la gloria.
Y lo ha repetido Joaquín en un Betis que va de menos a más en busca de un horizonte que se ve al alcance de la mano después de haberlo tenido a miles de kilómetros.
Que se muevan los varales apunta a las ganas de soltar las e
mociones en un derbi que llega con una igualdad inesperada. Lo del Sevilla es una tendencia de años, no es la flor de un día momentánea y tuitera que se esfuma en horas y que casi siempre transporta tintes dañinos.
Lo del
Betis es un surco que en meses ha creado
Pellegrini y que va camino de un equipo con ganas de recuperar el éxito deportivo. Ahí está. Con su tono afable, el técnico chileno tiene a todos metidos en el carril.
El movimiento es alegría y la quietud no suma en la alta competición. Te duermes un segundo y te mata la corriente. La quietud suma y llena el alma en otros momentos que nada tienen que ver con esa mirada viva que gana partidos.
El movimiento y el cambio mandan. Y no hay movimiento si no se mueven los varales. Que se muevan.
Que se muevan los varales.