Juan Cala: códigos, flechas y presunción de inocencia

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Juan Cala: códigos, flechas y presunción de inocencia
- JoaquínAdorna (@JoaquínAdornaED)
Juan Cala no es racista. Eso lo saben hasta en Guinea, a donde acudió con el exjugador del Betis, Benjamín Zarandona, y el exsevillista Frederick Kanouté de ayuda humanitaria. Como él mismo ha comentado en defensa propia, ahí están sus años de fútbol en cuatro ligas de países diferentes, sus relaciones con futbolistas de distintas nacionalidades (chinos, ingleses, suramericanos, africanos...) y su impecable expediente.

Tampoco lo era Luis Aragonés, aunque al 'Sabio' lo captaron las cámaras tratando de motivar a José Antonio Reyes con palabras tan poco edificantes como estas: "Dígale al negro: ¡Soy mejor que usted! ¡Me cago en su puta madre negro de mierda! ¡Soy mejor que usted! (se refería a Thierry Henry, compañero de Reyes en el Arsenal)".

Del escándalo que se montó en el mundo del fútbol por esas palabras del entonces seleccionador, y en especial en Inglaterra y Francia, han pasado más de dieciséis años (aquello ocurrió en el 2004). Aragonés pidió disculpas a quienes se hubieran sentido ofendidos, pero restó importancia a un hecho puntual y manifestó que él era "un ciudadano del mundo" y que sus "dos mejores amigos eran negros: Jones, que jugó conmigo en mi época en el Atlético de Madrid, y Samuel Etoo (al que zarandeó un día en el Mallorca)".

Entre lo que le ocurrió a Aragonés y lo que le ha pasado a Cala en el Cádiz-Valencia hay muchos años de distancia, una sociedad más concienciada en la lucha contra el racismo y un par de grandes diferencias. La primera es que a Luis se le oyó perfectamente el insulto racista, mientras que nadie ha podido demostrar que Juan Cala haya dicho lo que denuncia Diakhaby.

Aragonés en ese instante, en ese momento, actuó como lo haría una persona racista, que nada tiene que ver con ser o sentirse racista, con la "exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive" (como define racismo la RAE).

La segunda es más importante analizarla porque mientras que a Aragonés no le clavaron ninguna de las flechas de la indignación en su 'culo pelao' y se le protegió con los escudos de los códigos propios del mundo del fútbol, a Juan Cala se le ha colgado en la plaza pública sin previo juicio, sin ninguna prueba y sin el más mínimo respeto a la presunción de inocencia que debe presidir en todo Estado de Derecho.

De un extremo a otro en una sociedad, la actual, más diversa y polarizada, y en la que el grosor de la piel depende de las convicciones morales de cada individuo y del sostenimiento o la destrucción de lo considerado políticamente correcto. Tan 'ofendiditos' son, o somos, los unos como los otros, depende de cuál sea el tema de debate.

¿De qué se trata entonces? ¿Creemos a Cala o Diakhaby en un acto de fe en función de nuestras filias o fobias? Es la palabra de uno contra la de otro, pero desde el domingo es Cala quien está en el punto de mira, quien tiene que demostrar su inocencia, y es su familia más cercana la que está sufriendo junto a él las consecuencias de una grave acusación sin pruebas.

En la dimensión que se le ha dado al caso, ya no es posible lo que se podría haber arreglado sobre el terreno de juego con un apretón de manos por un presunto insulto o malentendido. Cuando la situación adquiere tal gravedad; cuando Cala ha sentido un linchamiento mediático y ha recibido amenazas tanto él como su familia a través de las redes sociales; cuando se atraviesa una línea roja y se vulnera la presunción de inocencia de una persona... hay que investigar, llegar al fondo de la cuestión y depurar responsabilidades. Esa es la mejor forma de luchar contra el racismo de forma conjunta y fuera de las trincheras ideológicas que condenan sin juicio previo.
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