Antes del minuto dos del partido convencional, comenzó en Cornellá otro encuentro completamente condicionado en el que el
Sevilla partía en desventaja numérica y en el marcador por la expulsión de Pareja y el penalti transformado por
Reyes. Había que recomponer el desmoronado plan inicial y
Sampaoli procedió con un necesario retoque de piezas pero no de mentalidad. Sacrificó a Ben Yedder para que Lenglet completara la zaga y restablecer una línea de cuatro que con la posesión se reducía a tres, pues el galo se abría para que Escudero recorriera la banda mientras que
Franco Vázquez tendía hacia el centro para asociarse con Nasri y Jovetic. El amateurismo no es negociable ni en inferioridad y el Sevilla mantuvo su intención de marcar el ritmo y ejercer el control para, a partir de ahí, juntar arriba a los que saben. Se instaló en los aledaños de Diego López y ahí los jugones no perdonan, con una combinación de altos vuelos para instaurar el empate.
N'Zonzi rompía la contención con una zancada y Nasri amenazaba entre líneas a un Espanyol que ya se había olvidado de que jugaba con uno más. Pero entonces, en un asedio esporádico perico, los nervionenses recibieron otro durísimo varapalo, con un gol en la prolongación del primer tiempo. Este tanto menoscabó el impulso del Sevilla, pues suponía subir de nuevo la cuesta pero ya con menos tiempo y oxígeno. Aun así, arrancó en la reanudación con control y ocasiones, pero las fuerzas ya no eran las mismas y la velocidad del Espanyol causó estragos y doblegó con el 3-1 la meritoria resistencia nervionense.