Barcelona 6-1 Sevilla: Le paga la Copa al VARça de su bolsillo

Barcelona 6-1 Sevilla: Le paga la Copa al VARça de su bolsillo
- Fernando Mateos
Fernando MateosFernando Mateos 7 min lectura
Aposteriori es fácil decirlo, pero acabó sucediendo lo que muchos se temían. También había quien soñaba. Pero la realidad es dura. El Barça sí quería la Copa, por más que alguno lo dudase, y el Sevilla se la pagó de su propio bolsillo, después de que el árbitro le animase primero a pedirse otra ronda. 

De inicio, la alineación de Machín ya era rarita. Cierto es que las bajas en los laterales no le dejaban muchas alternativas. Quizás Mercado, quizás Sarabia... pero el elegido fue Arana. Además, Ben Yedder se quedaba en el banco, y como no hay más delanteros sanos, era Sarabia quien se pegaba a André Silva para ejercer como punta.

Con esos mimbres, querían los sevillistas buscar el gol que hubiera sido oro puro y pronto, a los dos minutos, montaban una contra conducida por Roque Mesa que acabó con el disparo flojo de Sarabia. Estaban bien plantados los nervionenses, intentando incomodar con su presión alta la salida de balón de un Barcelona que esta vez sí salió con todo su arsenal, incluido ese terror llamado Leo Messi. Pero el balón, como era de esperar, tenía claro color azulgrana. Un dominio culé que en realidad tampoco agobiaba. 

De hecho, tenía que ser a base de córners como el Barça metiera miedo, con algún despeje providencial de Kjaer. Eso, y un disparo de Messi bloqueado por la zaga, tras las dudas de Juan Soriano en una salida, fue todo lo que pasó hasta el primer momento decisivo. Promes le entra por detrás a Messi en el interior del área, el argentino golpea el césped, cae y Sánchez Martínez señala el punto de penalti. Lo incomprensible, sin embargo, es que González González, cómodamente sentado en la sala del VAR, no le dijese que se había equivocado.

No falló Coutinho, pese a la buena estirada de Juan Soriano, y todo comenzó a torcerse. El Barça no tiraba la Copa, era el árbitro quien le invitaba. Pero el Sevilla, tras unos minutos de aturdimiento, en los que Messi pudo hacer el segundo con un disparo que tocó en Kjaer y se envenenó, supo responder.

Cogió aire como mejor sabe, con rápidas transiciones. Ahí apareció Promes, que rompió a Jordi Alba en el 24' para poner un gran centro al área, sacándose André Silva un estiloso taconazo al que Cillessen respondió con un paradón pleno de reflejos, acabando el balón en el palo.

Una gran ocasión perdida. Y más clara sería la siguiente, a renglón seguido. Piqué derribaba en el área a Roque Mesa, que parecía partir ligeramente adelantado, y Banega tomaba la responsabilidad. Pero el argentino, como hiciera Ben Yedder en Tánger ante el mismo rival, lanzó flojo ya media altura, desviando Cillessen el balón para minar la ilusión de un Sevilla frustrado.

Entra dentro de lo lógico que el árbitro le eche una mano al grande. Pero que se la eches tu... Hubo un antes y un después de ese momento. En realidad, ya nadie creía en dar la campanada. Y por si había alguna duda, cinco minutos después, tras otro aviso de Messi propiciado por un grosero error de Arana en la salida, Arthur metía un pase interior, el lateral brasileño se quedaba clavado al tirar el fuera de juego y Rakitic, solo como la una, metía la puntera para igualar la eliminatoria.

Apenas se había rebasado la media hora y ya se había esfumado la ilusionante renta de la ida. Una losa psicológica imposible de levantar para un Sevilla que siempre se deja en casa el traje de equipo grande cuando visita estos campos, empequeñecido de antemano para desgracia de su gente.

Los regalos propios y ajenos eran plomo en las alas de un Sevilla que consiguió llegar vivo al descanso, estirándose incluso en la recta final del primer acto con algún córner y otra buena maniobra en el área de André Silva, cuyo intento de remate fue bloqueado por la defensa azulgrana. Aunque también tuvo el tercero el Barça con un cabezazo de Piqué.

Cillessen había sido el mejor hombre sobre el césped hasta ese momento. Pero la realidad es que los de Machín parecían salir a disputar la segunda mitad marcados por el hierro de la eliminación. En nueve minutos desastrosos, eliminatoria volteada y goleada culé. 

Primero, Coutinho le ganaba fácil a Carriço en el área y su cabezazo, sencillo, se le escurría a Juan Soriano. Y sin respiro, Messi filtraba un gran pase y Sergi Roberto fusilaba. Se derrumbaban los nervionenses. Y aún pudo llegar el quinto, pero esta vez el árbitro acertó al anular el gol de Coutinho por fuera de juego. 

Todo estaba perdido, si bien aún tuvo el Sevilla su arreón de orgullo. Pero era ya demasiado tarde. Sólo fue engordar para acabar muriendo igual. Lo intentaron los blanquirrojos y encontraron ese gol que pudo y debió llegar mucho antes. Un espejismo en un lamentable segundo tiempo blanquirrojo.

Tras un primer aviso con un chut lejano que se marchó alto, Arana recibía de Banega en el área y se sacaba un misil a la red. Esperanza vana que el propio Barça se encargaba de alimentar al fallar lo imperdonable. Messi se confiaba a un metro de la meta y Soriano aparecía de la nada para conceder una vida extra.  

Restaba un cuarto de hora. Pero la proeza ni se rozó. Al contrario, el Barça no tuvo piedad y en los instantes finales, Luis Suárez   y Messi no quisieron faltar a la fiesta, infligiendo una indigna soleada. Pónganle el calificativo que quieran. Pero es inadmisible que un equipo como el Sevilla salga humillado partido tras partido de los grandes escenarios del nuestro fútbol.
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