El Sevilla hinca la rodilla ante la adversidad

El Sevilla hinca la rodilla ante la adversidad
- Á. Palomo
Álvaro PalomoÁlvaro Palomo 3 min lectura
La efervescencia del ‘efecto Caparrós’ se ha disipado con el paso de los partidos al tiempo que el discurso del carácter y la contundencia ha perdido vigencia dejando paso la reaparición de la mayoría de defectos que lo lastraron en la etapa de Machín. Porque el Sevilla evidencia de nuevo su ausencia de personalidad, de vehemencia, lo que a su vez desnuda las carencias tácticas y las decisiones erróneas del técnico utrerano, incapaz desde el banquillo de modificar el devenir de los partidos con soluciones válidas.

No en vano, las estadísticas reflejan que el antes director de fútbol no ha logrado revertir la falta de confianza de los suyos en sí mismos que les impedía levantarse ante una situación adversa. Por el contrario, el Sevilla ha empeorado en esta faceta, pues con Machín llegó a remontar un partido, ante el Espanyol, pero desde que el de Utrera tomó el mando cada golpe rival no ha recibido respuesta de ningún tipo por parte blanquirroja, lastre letal para las aspiraciones de Champions.

Su Sevilla no ha marcado ningún gol cuando ha recibido el primero, por lo que cada partido que ha empezado perdiendo ha sido sinónimo de derrota, aunque dispusiera de tiempo de sobra para darle la vuelta al marcador. Primero ocurrió contra el Valencia, al que el gol de penalti al borde del descanso le bastó para resistir en la segunda parte y regresar a Mestalla con los tres puntos.

Volvió a sucederle en Getafe, donde el primer penalti dejó tocado al Sevilla y el segundo, en los minutos previos al ecuador y con la expulsión de Escudero, lo hundió. En la segunda parte apenas si dio señales de vida y en ningún momento se acercó a la remontada, perdiendo finalmente por 3-0. Tampoco reaccionó contra el Girona, sin apenas inquietar a Bono tras recibir el 1-0 definitivo en el 62’, ni contra el Leganés a pesar de que restaba un mundo después del 0-1 de En-Nesyri. Lejos de levantarse, se descompuso, recibió el segundo y nunca puso en apuros a los pepineros.
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