ENTREVISTA ED

Allá va... con el balón en los pies

Allá va... con el balón en los pies
Óliver Torres posa para ESTADIO con la camiseta de su tocayo Atom. - Aitor Torvisco (@ATorviscoED)
Aitor TorviscoAitor Torvisco 17 min lectura
La historia de Óliver Torres es la de un niño que ha ido creciendo siempre pegado a un balón de fútbol. Tirando de hipérbole, esta afirmación puede llevarse incluso hasta su fase de gestación; pues antes de nacer y por especial insistencia de su hermano mayor, estaba claro que se llamaría como el ídolo televisivo de todos los niños criados en la década de los 90: Oliver Atom, futbolista estrella del Newteam y protagonista de la serie de dibujos animados 'Campeones'.

Tan identificado está el extremeño con este popular personaje, que incluso lo tiene como avatar en sus redes sociales. De hecho, no duda en ponerse la zamarra de su popular tocayo y asiente sonriendo al ser preguntado por las veces le habrán hecho a lo largo de su vida la broma de cantarle el célebre "Allá van, con el balón en los pies... y ninguno los podrá detener".

Sin embargo, por recurrente que parezca, es justo así -como reza la banda sonora de la serie- como mejor puede definirse al sevillista. "Teniendo el balón soy feliz", añade, en una entrevista concedida a ESTADIO Deportivo, un jugador de fantasía al que el poso de sus siete temporadas en la élite ha ido madurando en tiempo récord. Una precoz promesa que se ha convertido en realidad y que sabe transmitir esa experiencia que ha sido esculpida por la humildad y la cultura del esfuerzo heredadas de sus padres y pulida por el desgaste de cargar con el pesado cartel de niño prodigio. Vamos, como en la serie también.

Tras ser campeón de Europa sub 19 y pasar por Atlético, Villarreal y Oporto, Óliver afronta con ambición esta nueva entrega en el Sevilla de Lopetegui, un técnico clave en su carrera. Juega y hace jugar, lleva dos goles, ha actuado en varias posiciones y cada vez es más evidente que es uno de hombres importantes de este proyecto mezcla de presente y de futuro. Un veterano de 24 años con mucho por aprender y con lo suficiente aprendido para saber que poco importa cómo termine un capítulo en concreto, que aquí lo importante es lo que pase al final de la temporada. Precaución, se vienen 'spoiler': Óliver Torres seguirá siempre con el balón en los pies. Ah, y el episodio del derbi, promete.

- Lo mejor que tiene el fútbol es que en menos de una semana uno opta a tomarse la revancha tras una derrota dolorosa ¿Cómo se viven 15 días sin competición después de un 4-0?
- Es distinto. Si nos hubiesen puesto un partido al día siguiente de jugar contra el Barça, con la rabia y la impotencia que teníamos, habríamos sacado un resultado positivo. Ahora viene el parón, que es un periodo para coger fuerzas y confianza.

- ¿Surgen dudas después de una derrota tan frustrante?
- Yo no lo llamaría dudas, porque pienso que nunca hay que dudar ni de uno mismo, ni de los compañeros, ni del equipo. Partiendo de esa base, lo único que hay que en estas dos semanas es trabajo, es alegría y es ambición por seguir haciendo lo que más nos gusta.

- Decía Monchi que se iba del Camp Nou "enfadado por la derrota, pero muy contento por ver que este equipo sabe lo que quiere". ¿Qué quiere el Sevilla?
- Monchi se refiere a lo que proyectamos hacia el exterior. Este es un equipo con las ideas muy claras, con una identidad marcada, gracias a la labor que está haciendo el cuerpo técnico, y en el que todos remamos en la misma dirección. Es algo muy positivo para el presente y también para el futuro tener bien marcadas las bases de lo que quiere el equipo y este club.

- ¿Cómo explica a un sevillista que no vio el partido por qué el vestuario sacó conclusiones positivas de encajar un 4-0?
- Yo entiendo que es jodido, pero para nosotros también es muy difícil, y más cuando creo que el partido que hicimos no merecía ese resultado. A veces, el fútbol es injusto y cruel, pero quizás por eso este deporte es tan bonito y genera tantas pasiones. ¿Qué explicaría yo? Pues que en el fútbol las cosas se deciden por pequeños detalles que marcan la diferencia. Un centro en el que Luis Suárez hace una chilena con la izquierda y la mete ajustada al palo. Se ponen 1-0, empiezan a sacar su juego, 'huelen la sangre' y lo aprovechan. Llegan tres veces, meten tres goles y te vas con 3-0 al descanso después de la gran primera parte que hicimos. Si hubiéramos metido alguna de las que tuvimos cambia la película, cambian los titulares... lo cambia todo. Pero el fútbol va de resultados. Así que diría que lo sentimos, que nuestra intención era salir de allí con un buen resultado, pero que el trabajo va a continuar y que nuestra ambición está intacta.

- Usted ha admitido que llegó con cierta inquietud por ver cómo sería la adaptación, pero que la ciudad, el club y la afición han superado sus expectativas.
- Sí, porque he pasado cuatro años en Oporto donde estaba muy bien y era muy feliz con los compañeros, con la ciudad, con la gente... Lo recuerdo con gran cariño, siento al Oporto parte de mi vida y cuando te planteas un cambio no sabes si será bueno o malo. Venía pendiente de cómo me iría, pero en cuanto llegué me di cuenta de que el Sevilla es un club muy familiar. Muchos de los valores que transmiten Monchi y los directivos son los mismos que mi madre me ha inculcado desde muy pequeño: trabajo, esfuerzo, dedicación, pasión por lo que hacemos... Luego, me encontré con un vestuario en el que se han mezclado a la perfección las ganas, la ambición y la juventud que ha incorporado el club con la veteranía de los capitanes. Se ha hecho una mezcla muy buena que ha hecho que todos nos sintamos cómodos, que vengamos a trabajar con alegría, con energía positiva, sabiendo que te vas a reír y que vas a pasar buenos momentos con los compañeros. Todo ello es importantísimo para transmitirlo luego en el campo a la afición. Si les preguntas al resto de compañeros dirán lo mismo que yo: que están encantados con el ambiente, con el club y con cómo nos cuidan.

- ¿Cómo de importante ha sido en esa rápida adaptación al club el hecho de conocer a Julen Lopetegui?
- Es muy importante, porque he pasado mucho tiempo con él, sabe bien lo que mi juego le puede dar al equipo y yo sé lo que espera de mí. Es algo bueno, porque mi exigencia es máxima, ya que él sabe lo que puedo dar; pero el trabajo es el mismo con él que con cualquier otro. Más allá de eso, es alguien importante para mí porque entendemos el fútbol de la misma manera y al final es otra herramienta más para seguir trabajando, para seguir creciendo y para seguir dándole motivos para que confíe en mí. Es un entrenador que ha sido muy importante durante mi carrera, que lo es ahora y que espero que lo siga siendo en el futuro y que hagamos un muy buen trabajo juntos aquí.

- Conoció muy joven a Julen, en las categorías inferiores de la selección, y luego coincidieron en el Oporto -es quien pide su fichaje-. Ahora se reencuentran cuatro años después. ¿En qué ha cambiado el técnico desde entonces y qué diferencias ha podido notar él en Óliver Torres?
- (Se toma unos segundos). Pues... la verdad es que no encuentro diferencias. Desde que coincidí con él en la selección, ha sido siempre igual. Es un técnico muy pasional, muy ambicioso, que trabaja muchísimo los partidos e intenta dar al grupo lo que cree que necesita, que es exigente, comprometido... Siento que es la misma persona y entiendo que, por su parte, también habrá visto en mí que sigo siendo el mismo. Tengo las mismas ganas que cuando empecé, ahora incluso un poco más. La vida nos ha vuelto a juntar y yo estoy muy contento, porque es un entrenador que siempre me ha sacado un gran rendimiento.

- Escuchándole, uno percibe las reflexiones de un veterano; ¡pero sólo tiene 24 años! Tuvo que madurar muy joven. ¿Le ayuda eso a soportar mejor la presión?
- Ya sabía la presión que me iba a encontrar porque cuando un club crece la exigencia crece con él. El Sevilla se ha posicionado como uno de los mejores clubes de Europa y la exigencia debe ser máxima, pero he tenido la suerte de crecer en otros clubes con una exigencia máxima. Además, mi situación siempre ha sido diferente desde que empecé por las expectativas que se generaron en torno a mí. Eso me hizo madurar, comprender la vida, cómo funciona el fútbol y ver quiénes son mis amigos y la gente que me quiere de verdad. Estoy en un club exigente, pero la exigencia se combate con trabajo. Si le pones esfuerzo, humildad y ambición es muy difícil que no salga bien.

- ¿Qué consejo le puede dar este veterano de 24 años a un chaval de 18 como Bryan Gil, que pasa ahora por un momento idéntico al suyo en 2012: flamante campeón de Europa sub 19 y buscando su sitio en Primera?
- Tengo sólo 24 años, pero ya he pasado por los mejores y por los peores momentos. Me veo reflejado en Bryan, en Reguilón... Están en un momento fuerte, en el que la gente les quiere y generan expectativas. Es un momento en el que todo el mundo te dice lo bueno y lo guapo que eres. Yo lo que les digo es que estén tranquilos y, sobre todo, que disfruten, porque cuando pasas de disfrutar el fútbol a pensar 'lo tengo que hacer bien sí o sí' siempre salen los fallos. Ahora deben recordar la gente que siempre ha estado a su lado, que al final es lo que queda. Y, cuando jueguen, que intenten aprovecharlo. A Bryan le digo que es muy joven, que aprenda todo lo que pueda, que mejore, que entrene con la derecha para ser mejor futbolista y tener salida para ambos lados... Por suerte, son chicos que quieren aprender y yo no soy nadie para enseñarles, pero si ese puntito de experiencia que tengo les puede servir de algo, pues bienvenido sea y encantado de poder ayudarles.

- Usted salió de casa a los 11 años. ¿Cuándo ha sentido más presión, cuando sólo era un niño y la moneda aún estaba en el aire, sin saber si iba a salir cara o cruz, o ahora que juega en la élite?
- Cuando eres un niño sólo disfrutas. No piensas en qué va a pasar ni en qué vas a ser. Lo peor, sin duda, es cuando dejas de disfrutar del fútbol.

- ¿Le ha sucedido eso?
- Sí, me ha pasado. Hubo una vez que me rompí y dije... (resopla) 'Con lo que a mí me gusta esto y ha dejado de hacerme feliz'. Mi familia me dijo que si no era feliz, no pasaba nada por dejarlo. En torno a mí se generaron expectativas muy altas y cuando son tan altas tienes que estar siempre muy arriba para poder cumplirlas. Si bajas aunque sea sólo un poco, ya pasas de ser muy bueno a ser malo, a no valer. Es una etiqueta que siempre he tenido, pero por otra parte es algo bueno. Si la gente espera tanto de ti es porque tienes esa capacidad para lograrlo; pero es cierto que la crítica, aunque es necesaria, es dura de escuchar y hay momentos en los que es inevitable pensar si merece la pena terminar un partido y que haya gente que te diga que eres muy malo, porque no somos máquinas.

- ¿Ha superado ese factor?
- La crítica siempre es un motivo para volver a levantarte, para volver a intentarlo, para mejorar y para hacerlo mejor. No sé si soy lo que se esperaba de mí, pero la verdad es que soy más de lo que había soñado y con eso ya me basta. Con eso y con lo que piensen los que me rodean, mi familia, mi pareja y mis amigos. La meta es que ellos estén orgullosos de mí. Si he cambiado y ese cambio ha sido a mejor, estaré orgulloso de lo que he hecho.

- Le habrán hecho mil veces la broma de 'Allá va, con el balón los pies', pero quizás sea la mejor manera de definirle en el campo. Ha ocupado varias posiciones, pero en todas tiene movilidad para estar siempre con el balón.
- Sí, a mí lo que hace feliz es estar con el balón, es lo que necesito para poder brillar. Muchas veces es difícil tenerlo y hay días que estás mejor que otros; pero todo lo que sea tener el balón cerca me proyecta como un mejor jugador y se me ve mucho más alegre en el campo. Por suerte, este año tenemos un equipo al que le gusta tener ese control de la posesión y llegar al gol dominando todas las situaciones del juego.

- Al hilo de lo que dice, no hay mejor ejemplo para ilustrar todo eso que su gol al Qarabag: un minuto y medio tocando el balón de un lado a otro, participando los once jugadores varias veces cada uno y, como broche, un bello remate de chilena.
- Sí, es el gol perfecto, un golazo.
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