Ian Reina: "Nunca mejor dicho, soy bético de médula"
Hace casi 20 años, y siendo sólo un niño, logró unir a Sevilla y Betis en un partido benéfico para poder someterse a un trasplante en Houston; hoy, es un joven eternamente agradecido que lleva una vida normal en su ciudad natal. Y lo comparte con los lectores de ESTADIO.

El 11 de octubre de 1994, los sevillistas aparcaron su sevillismo y los béticos hicieron lo propio con su beticismo para ser, por un día, de Ian Reina, un niño de dos años que precisaba urgentemente un trasplante de médula y su correspondiente tratamiento en Houston (Estados Unidos). Los clubes, personalizados en Luis Cuervas y Manuel Ruiz de Lopera, olvidaron rencillas, disputaron un partido benéfico y, junto a un sinfín de personas anónimas, pusieron su grano de arena para que aquel crío tuviera un futuro.
"Los tratamientos han funcionado muy bien, aunque, por precaución, todavía sigo pasando revisiones. Al principio, eran cada año; luego, cada dos; y, ahora, ya cada tres. Llevo una vida completamente normal: trabajo en una floristería con mi padre, voy todos los días al gimnasio, juego al fútbol los fines de semana en el Calavera, tengo novia...", dice el protagonista.
- Es de suponer que, al principio, tuvo que ser duro...
- Claro. Al cumplir mi primer año, enfermé. Iba del hospital a casa y de casa al hospital. Me hacían muchas pruebas, pero no daban con lo que tenía, hasta que un médico del Hospital de Valme decidió que me quedara ingresado en hematología. Poco después, comunicó a mis padres que padecía leucemia y les recomendó que fuera cuanto antes a una clínica de Houston, pues me quedaban seis meses de vida.
- ¿Y qué hicieron?
- Removieron cielo y tierra para recaudar fondos desde el primer momento y recibieron la ayuda desinteresada de mucha gente. También fue clave que mi padre hubiese sido jugador de la Unión Deportiva Los Palacios y tuviera contactos en el mundo del fútbol. Otra aportación importante fue la del periodista Gaspar Rosety, que consiguió implicar a los clubes y dar mucha difusión al partido.
- Y se jugó el 11 de octubre de 1994. ¿Qué le dice esa fecha?
- Como mi nombre no tiene onomástica, yo lo celebro como si fuera mi santo desde el mismo día del partido.
- Entonces, sólo tenía dos años. ¿Recuerda algo?
- Algunos recuerdos tengo, aunque son como pequeños ´flashes´, y no sé si son fruto de haber visto los vídeos después. Lo que más tengo presente es la cantidad de gente que había en el estadio, tanto del Sevilla como del Betis, y la camiseta que yo llevaba, que era la de España, pero con los escudos de los dos equipos hispalenses. Tampoco se me olvidará nunca el saque de honor con mi padre. Ese día, yo tenía 42º de fiebre y me dolía el brazo. Cada vez que alguien me acariciaba, veía las estrellas.
- Cuando echa la vista atrás y constata que 62.000 personas (entonces, había gradas sin asientos) fueron a un estadio por usted, ¿qué piensa?
- Me siento agradecido. Es algo único que no ha pasado nunca. Ni siquiera se puede comparar con las cosas bonitas que sucedieron tras lo de Puerta y Miki Roqué. Mi madre me cuenta que, al saltar al césped, todo el campo gritaba mi nombre. Cada vez que entramos en un sitio con mucha gente, lo revivimos.
- ¿Sería osado afirmar que le debe la vida a aquel partido?
- Es algo que he llegado a pensar, aunque, de no haberse disputado el partido, se habría celebrado un concierto benéfico. Alejandro Sanz llamó a mi casa y se comprometió a actuar en el Auditorio de La Cartuja y llamar a otros artistas. Afortunadamente, no hizo falta, porque se recaudó todo el dinero necesario. Podríamos decir que era el Plan B. También me gustaría destacar que no sólo me ayudaron en Sevilla, sino también en toda España. Se llevaron a cabo muchas iniciativas para captar fondos y recibí mucho apoyo. Si yo estoy aquí, es gracias a toda la gente que puso su granito de arena.
- ¿Y, ahora, la gente qué le dice?
- No me reconocen por el físico, pero, en cuanto digo que me llamo Ian Reina... ya me relacionan con el partido.
- ¿Le incomoda que le pregunten por todo lo que pasó?
- Sí. De hecho, en mi casa tratamos de no hablar del pasado. Es algo que me recomendaron los médicos, y trato de hacerles caso. Cuando se cumplió el décimo aniversario del partido, muchos medios llamaron a mis padres, pero no quisieron hablar, porque prefieren pasar página. Si ahora estoy hablando es porque usted contactó conmigo directamente y ya me siento más maduro. Además, no tengo nada que ocultar.
- ¿Llegó a conocer a la persona que le donó su médula?
- Sí. Es un americano, con rasgos indios, que está casado con una japonesa. Mi familia le regaló una medallita que ponía ´Algo de ti vive dentro de mí´.
- ¿De dónde le viene el nombre de Ian?
- Lo eligió mi madre. Durante el embarazo de mi hermana, vio muchas películas y, en los créditos, casi siempre aparecía el nombre de Ian. Le gustó, porque era corto y original. Soñaba con que yo fuera famoso, pero luego se arrepintió de ello.
- ¿El fútbol es su vía de escape?
- Todo lo que me ha pasado me ha hecho más fuerte mentalmente, pero el miedo siempre está ahí. En cualquier caso, cada vez que me he sentido mal, el fútbol ha sido la mejor solución. En las dos horas que dura el partido, me olvido de todo lo demás.
- ¿Es bético o sevillista?
- Soy bético de médula, nunca mejor dicho. Casi toda mi familia lo es. Mi abuela, en su momento, era la que se encargaba de recoger los anillos y las cadenas de los jugadores del Betis antes de los partidos y luego se los devolvía.
- ¿Qué recuerdos tiene de su estancia en Houston?
- La primera vez estuve once meses. Aunque era muy pequeño y estaba en otro país, conseguí hacer amigos. Algunos superaron la enfermedad; otros, no. No tuve que aprender inglés, porque la clínica se encargó de agrupar a los que hablábamos español. Cuando mi padre me llevaba al hospital en el carrito o ´a cabrito´, ya iba diciendo yo ´Musho Betis, Musho Betis, eh´.
- ¿Por qué se disputó en el Sánchez Pizjuán y no en el Benito Villamarín?
- Porque Gaspart Rosety logró hablar antes con Cuervas, y él ofreció el estadio. Luego, Lopera quiso que se disputara en el Villamarín e, incluso, se mostró reacio a ir al campo del Sevilla, pero, finalmente, cedió por mí. Llegó hasta a besar una bufanda del Sevilla para demostrar su solidaridad, y también organizó actos por su cuenta.
- Le dedicaron un derbi en toda regla: con pasión, polémicas, intensidad y emoción.
- De amistoso tuvo poco. He visto en vídeo el partido varias veces y jugaron a muerte. El árbitro expulsó a tres jugadores y, cuando terminó el partido, Roberto Ríos dejó claro que me dedicaban la victoria a mí, pero también a los béticos. Vino a decir que los derbis siempre había que ganarlos. Mis padres dicen que lo pasaron fatal en el palco, porque los sevillistas y béticos querían ganar como fuese ese día.
- ¿Ha tenido contacto con los clubes estos últimos años?
- Siempre he tenido mucho trato con Gordillo, que es del Polígono San Pablo, como yo. Es amigo de mi padre y de mi tío. También me he cruzado un par de veces con Roberto Ríos y Cañas, y me han saludado con mucho afecto. Otros que se acordaron mucho de mí fueron Alexis y Prats. En cualquier caso, mi ídolo es Joaquín y, con él, tengo varias anécdotas. De hecho, estuve en su boda.
- ¿Cómo es posible?
- Le conocí en un entrenamiento. Estaba buscando la manera de acercarme a él y, en un momento dado, salté al campo para darle la mano y pedirle la camiseta. Entonces, intervino el vigilante de seguridad y me pidió que me fuese, pero Joaquín le respondió con mucho arte: "Déjalo ´pisha´, es mi sobrino. ¿No ves que es igual que yo, pero en chico?", dijo. Y, a partir de ese día, no se por qué, nos encontramos muchas veces por la calle, cogimos confianza y siempre me llamaba ´sobrino´.
- ¿Va al campo del Betis habitualmente?
- Soy socio desde pequeño y voy cada domingo, esté mi equipo como esté. Lo he visto en Segunda división y, si tengo que volver a verlo el año que viene en esa categoría, allí estaré.
- Como bético, ¿cuál ha sido su mejor y su peor recuerdos?
- El peor es el día que bajamos contra el Valladolid. Ver a tanta gente alrededor tuya llorando duele mucho. Sólo nos hacía falta un gol y Oliveira disparó varias veces al palo. En cuanto al mejor, hay muchos para elegir. Lo fácil es decir la Copa de 2005 o la Champions, pero yo me quedo con el partido de Salamanca de 2010. Estuve allí y me marcó mucho. Había 12.000 béticos en una ciudad lejana, en Segunda, y muchos se quedaron fuera porque no tenían entradas. Soy un apasionado de la historia del Betis, y supongo que fue algo parecido a cuando se desplazaron 30.000 béticos a Utrera para un partido de Tercera división.
- ¿Cómo concibe la rivalidad entre Sevilla y Betis?
- Me gusta el pique, la rivalidad y la guasa, porque son cosas sanas, pero no los insultos y las peleas. Al Sevilla lo respeto muchísimo. De hecho, cuando gana, me alegro por los amigos sevillistas que tengo. Al fin y al cabo, en esta ciudad todos tenemos amigos o familiares que son del otro equipo. Por eso, no entiendo a los que se toman la rivalidad de otra manera. El Sevilla me regaló un carnet de socio y una equipación el día del partido. Incluso, los Biris me regalaron una bufanda y yo, por muy bético que sea, lo conservo todo, porque fueron detalles muy bonitos.
- ¿Irá al derbi?
- Sí, suelo ir a todos los derbis. En el último, salí del estadio un rato antes y por poco no me pegaron unos radicales. Si supieran lo que los dos equipos hicieron por mí hace 20 años... Pero claro, no puedo ir gritando que soy Ian Reina.
"Los tratamientos han funcionado muy bien, aunque, por precaución, todavía sigo pasando revisiones. Al principio, eran cada año; luego, cada dos; y, ahora, ya cada tres. Llevo una vida completamente normal: trabajo en una floristería con mi padre, voy todos los días al gimnasio, juego al fútbol los fines de semana en el Calavera, tengo novia...", dice el protagonista.
- Es de suponer que, al principio, tuvo que ser duro...
- Claro. Al cumplir mi primer año, enfermé. Iba del hospital a casa y de casa al hospital. Me hacían muchas pruebas, pero no daban con lo que tenía, hasta que un médico del Hospital de Valme decidió que me quedara ingresado en hematología. Poco después, comunicó a mis padres que padecía leucemia y les recomendó que fuera cuanto antes a una clínica de Houston, pues me quedaban seis meses de vida.
- ¿Y qué hicieron?
- Removieron cielo y tierra para recaudar fondos desde el primer momento y recibieron la ayuda desinteresada de mucha gente. También fue clave que mi padre hubiese sido jugador de la Unión Deportiva Los Palacios y tuviera contactos en el mundo del fútbol. Otra aportación importante fue la del periodista Gaspar Rosety, que consiguió implicar a los clubes y dar mucha difusión al partido.
- Y se jugó el 11 de octubre de 1994. ¿Qué le dice esa fecha?
- Como mi nombre no tiene onomástica, yo lo celebro como si fuera mi santo desde el mismo día del partido.
- Entonces, sólo tenía dos años. ¿Recuerda algo?
- Algunos recuerdos tengo, aunque son como pequeños ´flashes´, y no sé si son fruto de haber visto los vídeos después. Lo que más tengo presente es la cantidad de gente que había en el estadio, tanto del Sevilla como del Betis, y la camiseta que yo llevaba, que era la de España, pero con los escudos de los dos equipos hispalenses. Tampoco se me olvidará nunca el saque de honor con mi padre. Ese día, yo tenía 42º de fiebre y me dolía el brazo. Cada vez que alguien me acariciaba, veía las estrellas.
- Cuando echa la vista atrás y constata que 62.000 personas (entonces, había gradas sin asientos) fueron a un estadio por usted, ¿qué piensa?
- Me siento agradecido. Es algo único que no ha pasado nunca. Ni siquiera se puede comparar con las cosas bonitas que sucedieron tras lo de Puerta y Miki Roqué. Mi madre me cuenta que, al saltar al césped, todo el campo gritaba mi nombre. Cada vez que entramos en un sitio con mucha gente, lo revivimos.
- ¿Sería osado afirmar que le debe la vida a aquel partido?
- Es algo que he llegado a pensar, aunque, de no haberse disputado el partido, se habría celebrado un concierto benéfico. Alejandro Sanz llamó a mi casa y se comprometió a actuar en el Auditorio de La Cartuja y llamar a otros artistas. Afortunadamente, no hizo falta, porque se recaudó todo el dinero necesario. Podríamos decir que era el Plan B. También me gustaría destacar que no sólo me ayudaron en Sevilla, sino también en toda España. Se llevaron a cabo muchas iniciativas para captar fondos y recibí mucho apoyo. Si yo estoy aquí, es gracias a toda la gente que puso su granito de arena.
- ¿Y, ahora, la gente qué le dice?
- No me reconocen por el físico, pero, en cuanto digo que me llamo Ian Reina... ya me relacionan con el partido.
- ¿Le incomoda que le pregunten por todo lo que pasó?
- Sí. De hecho, en mi casa tratamos de no hablar del pasado. Es algo que me recomendaron los médicos, y trato de hacerles caso. Cuando se cumplió el décimo aniversario del partido, muchos medios llamaron a mis padres, pero no quisieron hablar, porque prefieren pasar página. Si ahora estoy hablando es porque usted contactó conmigo directamente y ya me siento más maduro. Además, no tengo nada que ocultar.
- ¿Llegó a conocer a la persona que le donó su médula?
- Sí. Es un americano, con rasgos indios, que está casado con una japonesa. Mi familia le regaló una medallita que ponía ´Algo de ti vive dentro de mí´.
- ¿De dónde le viene el nombre de Ian?
- Lo eligió mi madre. Durante el embarazo de mi hermana, vio muchas películas y, en los créditos, casi siempre aparecía el nombre de Ian. Le gustó, porque era corto y original. Soñaba con que yo fuera famoso, pero luego se arrepintió de ello.
- ¿El fútbol es su vía de escape?
- Todo lo que me ha pasado me ha hecho más fuerte mentalmente, pero el miedo siempre está ahí. En cualquier caso, cada vez que me he sentido mal, el fútbol ha sido la mejor solución. En las dos horas que dura el partido, me olvido de todo lo demás.
- ¿Es bético o sevillista?
- Soy bético de médula, nunca mejor dicho. Casi toda mi familia lo es. Mi abuela, en su momento, era la que se encargaba de recoger los anillos y las cadenas de los jugadores del Betis antes de los partidos y luego se los devolvía.
- ¿Qué recuerdos tiene de su estancia en Houston?
- La primera vez estuve once meses. Aunque era muy pequeño y estaba en otro país, conseguí hacer amigos. Algunos superaron la enfermedad; otros, no. No tuve que aprender inglés, porque la clínica se encargó de agrupar a los que hablábamos español. Cuando mi padre me llevaba al hospital en el carrito o ´a cabrito´, ya iba diciendo yo ´Musho Betis, Musho Betis, eh´.
- ¿Por qué se disputó en el Sánchez Pizjuán y no en el Benito Villamarín?
- Porque Gaspart Rosety logró hablar antes con Cuervas, y él ofreció el estadio. Luego, Lopera quiso que se disputara en el Villamarín e, incluso, se mostró reacio a ir al campo del Sevilla, pero, finalmente, cedió por mí. Llegó hasta a besar una bufanda del Sevilla para demostrar su solidaridad, y también organizó actos por su cuenta.
- Le dedicaron un derbi en toda regla: con pasión, polémicas, intensidad y emoción.
- De amistoso tuvo poco. He visto en vídeo el partido varias veces y jugaron a muerte. El árbitro expulsó a tres jugadores y, cuando terminó el partido, Roberto Ríos dejó claro que me dedicaban la victoria a mí, pero también a los béticos. Vino a decir que los derbis siempre había que ganarlos. Mis padres dicen que lo pasaron fatal en el palco, porque los sevillistas y béticos querían ganar como fuese ese día.
- ¿Ha tenido contacto con los clubes estos últimos años?
- Siempre he tenido mucho trato con Gordillo, que es del Polígono San Pablo, como yo. Es amigo de mi padre y de mi tío. También me he cruzado un par de veces con Roberto Ríos y Cañas, y me han saludado con mucho afecto. Otros que se acordaron mucho de mí fueron Alexis y Prats. En cualquier caso, mi ídolo es Joaquín y, con él, tengo varias anécdotas. De hecho, estuve en su boda.
- ¿Cómo es posible?
- Le conocí en un entrenamiento. Estaba buscando la manera de acercarme a él y, en un momento dado, salté al campo para darle la mano y pedirle la camiseta. Entonces, intervino el vigilante de seguridad y me pidió que me fuese, pero Joaquín le respondió con mucho arte: "Déjalo ´pisha´, es mi sobrino. ¿No ves que es igual que yo, pero en chico?", dijo. Y, a partir de ese día, no se por qué, nos encontramos muchas veces por la calle, cogimos confianza y siempre me llamaba ´sobrino´.
- ¿Va al campo del Betis habitualmente?
- Soy socio desde pequeño y voy cada domingo, esté mi equipo como esté. Lo he visto en Segunda división y, si tengo que volver a verlo el año que viene en esa categoría, allí estaré.
- Como bético, ¿cuál ha sido su mejor y su peor recuerdos?
- El peor es el día que bajamos contra el Valladolid. Ver a tanta gente alrededor tuya llorando duele mucho. Sólo nos hacía falta un gol y Oliveira disparó varias veces al palo. En cuanto al mejor, hay muchos para elegir. Lo fácil es decir la Copa de 2005 o la Champions, pero yo me quedo con el partido de Salamanca de 2010. Estuve allí y me marcó mucho. Había 12.000 béticos en una ciudad lejana, en Segunda, y muchos se quedaron fuera porque no tenían entradas. Soy un apasionado de la historia del Betis, y supongo que fue algo parecido a cuando se desplazaron 30.000 béticos a Utrera para un partido de Tercera división.
- ¿Cómo concibe la rivalidad entre Sevilla y Betis?
- Me gusta el pique, la rivalidad y la guasa, porque son cosas sanas, pero no los insultos y las peleas. Al Sevilla lo respeto muchísimo. De hecho, cuando gana, me alegro por los amigos sevillistas que tengo. Al fin y al cabo, en esta ciudad todos tenemos amigos o familiares que son del otro equipo. Por eso, no entiendo a los que se toman la rivalidad de otra manera. El Sevilla me regaló un carnet de socio y una equipación el día del partido. Incluso, los Biris me regalaron una bufanda y yo, por muy bético que sea, lo conservo todo, porque fueron detalles muy bonitos.
- ¿Irá al derbi?
- Sí, suelo ir a todos los derbis. En el último, salí del estadio un rato antes y por poco no me pegaron unos radicales. Si supieran lo que los dos equipos hicieron por mí hace 20 años... Pero claro, no puedo ir gritando que soy Ian Reina.