No puede extraerse una regla clara que relacione dibujos tácticos y resultados, pues el
Betis ha perdido con
1-4-4-2, pero también ganado y empatado así, igual que ocurre con el sistema de un solo delantero. Incluso, el póquer de derrotas ha llegado con cada una de las combinaciones de Mel en la sala de máquinas: pareja
N’Diaye-Ceballos (ante el
Athletic);
Xavi y el senegalés, con el utrerano por delante (
Real Madrid);
Petros y el de Jávea (
Depor); y
el brasileño con Alfred (
Espanyol).
Por ende, la solución al evidente desequilibrio del equipo verdiblanco, que no consigue generar juego pero sufre menos con un
doble pivote eminentemente de contención, al tiempo que se desprotege y recibe muchas ocasiones si actúa con
dos delanteros y/o introduce un
centrocampista creativo en el eje junto a otro defensivo. Quizás la clave radique en los nombres. Y es que si en Granada apenas se notó su aportación, ante el Athletic sí mejoró el juego heliopolitano un
Didier Digard ya restablecido de sus molestias físicas. El ex del Niza añade orden y equilibrio a la parcela ancha, liberando de trabajo a un
N’Diaye indiscutible en la resta, pero que, con su paisano sobre el césped, puede dedicarse más a la presión alta y el achique sobre la salida de balón del rival.
Quedó claro ante el Athletic que, sin un extremo zurdo que compense lo que genera
Joaquín por la derecha y fije al lateral de ese costado, no tiene demasiado sentido el 1-4-4-2 asimétrico. Únicamente
Cejudo se asemeja a lo que se espera ahí, ayudando de paso a su compañero de banda, por lo que parece más lógico situar de inicio a los mencionados N’Diaye y Digard cerca, acompañados por un medio de corte creativo (
Dani Ceballos, Van der Vaart o Portillo). Arriba,
Rubén Castro es fijo, como Joaquín acostado en la diestra, por lo que el puzzle puede completarse de dos maneras: formando un
1-4-2-3-1, con el catalizador del juego por dentro; o con un
1-4-3-3, en el que Didier oficiaría de referencia en el eje de la medular, quedando Alfred y el fabricante de fútbol algo más adelantados, a modo de volantes y con una función distinta cada uno de ellos.
En ambos casos, no habría que prescindir estrictamente de un atacante, porque
Rubén o Molina, como ya ocurrió en anteriores temporadas, pueden situarse cerca de la banda, dejando a otro artillero nato (los mencionados,
Rennella o Van Wolfswinkel) como referencia en la punta de lanza. Lógicamente, ello iría en detrimento de la capacidad de resta y dejaría al lateral zurdo quizás sobrecargado de trabajo, pero se supone que la presencia en la parcela ancha de dos efectivos de corte defensivo permitiría al equipo no solamente lucir más ordenado y dejar pocos espacios, sino que éstos ejercieran las coberturas, auxiliando a los carrileros (
Piccini y Vargas, en cuanto el peruano esté completamente recuperado) e, incluso, ocupándose de vigilar sus espaldas cuando se proyectaran.
Como suele decirse, el que la lleva, la entiende. Mel conoce perfectamente su plantilla y, seguramente, ha ido premiando hasta la fecha momentos de forma y rendimientos. Desde fuera, la reordenación en un sentido parecido al apuntado en estas líneas se antoja pertinente.