Cuesta descifrar en qué consiste el plan de
Rubi. Qué propone realmente para imponer en citas como la de ayer su teórica superioridad técnica.
Es cierto que en el arranque se percibió un plan tanto para sellar las vías de acceso del
Eibar, habitualmente las bandas, como para desactivar el intento armero de asfixiarlo en la salida.
De inicio rompió con asociaciones las dos primeras líneas, lo que abrió mucho campo por delante para percutir, y lo alternaba a veces con balones largos para que los bajara
Borja.
Llegó el gol y luego una ocasión para encarrilar el partido, pero un error por no flexibilizar la consigna de salir jugándola costó un penalti de
Edgar que cambió el panorama y evidenció la indefinición de este
Betis.
Se pasó de jugar al ritmo que imponía a un intercambio de golpes que se prolongó prácticamente hasta el final. Los de
Rubi continuaron plantándose con cierta facilidad en los tres cuartos, con velocidad por la izquierda y entrada en juego de
Canales, pero el problema residía en transiciones mal ejecutadas y en repliegues deficientes.
El choque degeneró en un caos frenético con ocasiones para los dos lados, más para un
Betis que ya no controlaba, aferrado a chispazos individuales que no marcaron la diferencia.