Dr. Pellegrini y Mr. Ripamonti

Principal artífice del despertar post COVID de un equipo irregular que apenas sellaba el pasaporte, el técnico chileno no da con la tecla en la 24/25, a priori su penúltimo curso en La Palmera

Óscar Murillo
Óscar Murillo
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Dr. Pellegrini y Mr. Ripamonti
El 'Ingeniero' está viviendo su temporada más irregular y convulsa desde que aterrizó en Heliópolis. - CORDON PRESS

La fiabilidad de Sergio Canales, la resurrección de Borja Iglesias, la impresionante 21/22 de William Carvalho, los chispazos de Nabil Fekir, el regreso triunfal de Isco Alarcón y el 'rush' final de Ayoze Pérez con la Eurocopa como premio... Todos esos ingredientes han formado estos cuatro años y medio un cóctel bastante sabroso, pero sería injusto obviar a quien lo agitó con sapiencia, el barman de lujo, también paraguas según la ocasión, que buscaron Haro y Catalán hace casi un lustro. Manuel Pellegrini ha sido, sin discusión, uno de los grandes artífices, si no el que más, de una etapa exitosa, a ratos gloriosa, en la historia reciente del Real Betis. Cuatro clasificaciones consecutivas para competición europea y un título, la Copa del Rey, que añadir 17 años después a las vitrinas del Benito Villamarín configuran un argumento incuestionable. El chileno, es, además, el único que ha mantenido el favor de la grada todo este tiempo. Y el crédito en los despachos. Pero nada es infinito.

Tan incuestionable es que el 'Ingeniero' ha dado en lo que va de década un clinic en gestión de vestuario y satisfacción de los objetivos como que ahora, en la 24/25, no da con la tecla. Se le atraganta su quinta y, en teoría, penúltima temporada de contrato al ex de Villarreal CF, Real Madrid o Manchester City, ése que obraba no hace tanto remontadas por doquier y al que ahora le levantan un 0-2 (con dos tiros luego al larguero) en Balaídos. Son ocho veces ya esta campaña en las que adelantarse no vale para ganar a los heliopolitanos, cada vez más huérfanos de esa mano de entrenador que en tantas ocasiones fue mano de santo. Los cambios, lejos de mejorar al este sábado conjunto aurinegro, empeoraron el panorama. Algunos, innecesarios; otros, a destiempo. Porque en su debe está igualmente la incapacidad para crear sinergias entre Isco y Lo Celso, de espolear a un Abde cabizbajo, de motivar a un Vitor Roque que tiene más competencia y un futuro en entredicho.

Ha pasado, muy a su pesar, muy a pesar de todos los que sienten en verdiblanco, Don Manuel de Dr. Pellegrini a Mr. Ripamonti, valga la referencia literaria. Los antecedentes, claro está, le conceden el beneficio de la duda, puesto que, aunque confesó antes de ganar en Palma de Mallorca que éste es su peor momento desde que llegó, siempre ha encontrado soluciones, con los lógicos sacrificios, para alcanzar lo que le han pedido desde la planta noble del Benito Villamarín. La pinta, no hay que ocultarlo, es fea. Se ha acudido, bajo su consejo, en el mercado invernal no a la única urgencia, porque la hay en el lateral zurdo, en el pivote y, si me apuras, bajo palos, sino sólo a la más vistosa, la de la falta de gol. Y la manta ya desabriga que da gusto. A seis puntos de Europa y ocho por ahora del descenso, todo apunta a año intrascendente salvo milagro. En verano, si nada cambia, se separarán los caminos del míster suramericano y el Betis. Pero mejor acabar en alto, con una sonrisa y un eterno agradecimiento.