Mucho va a tener que templar Monchi, mucho tendrá que abstraerse del ruido y el nerviosismo que se palpa entre los sevillistas que leen ventas y no compras, para no caer en la precipitación, el defecto que le ha hecho cometer más errores al fichar. Lo advirtió en su presentación e intuyo que estará haciendo un esfuerzo mental diario para mantenerse firme en esa idea.
El fichaje del central brasileño
Diego Carlos por unos 15 millones de euros y
la venta de Muriel en 18 millones han sido unánimemente aplaudidos.
El adiós de Promes por menos de 20 millones, sin embargo, ha generado más debate. El holandés tenía algo difícil de encontrar: conexión con la grada. Gustaban su calidad y sus formas.
Sin embargo, por su elevada ficha para un escaso protagonismo, la necesidad de liberar masa salarial, el porcentaje que se guarda el Sevilla en caso de una futura venta, sus 27 años y algún as en la manga que se haya podido guardar,
Monchi han aconsejado su salida.
Sarabia está también a punto de cerrar su etapa como sevillista y
Ben Yedder sigue en la parrilla de salida. Se pueden perder muchos goles y, mientras Monchi ‘limpia’ el lienzo, el cuadro sigue esperando esos ilusionantes colores en form
a de fichajes (a Dabbur lo ató Caparrós y Joan Jordán, tras dura negociación, puede ser el segundo refuerzo de Monchi).
La caja se va llenando -está llena-, pero se hace difícil fichar con coherencia en un mercado que vive en la locura desde que el PSG pagó hace dos años 222 millones de euros por
Neymar. Se le ha perdido el respeto al dinero y hasta el Atlético de Madrid puede desembolsar 120 millones por
Joao Félix, un niño de 19 años.
Para Monchi hay pocos intocables. Parece dispuesto a construir un nuevo Sevilla, pero tendrá que tirar de paciencia e ingenio para superar el peor de los contextos:
la inquietud de los aficionados y un mercado sobrevalorado.
Joaquín Adorna
