La semilla que riega la sabiduría de Pellegrini

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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La semilla que riega la sabiduría de Pellegrini
- Joaquín Adorna (@JoaquínAdornaED)
Ha vuelto el optimismo y la esperanza al Betis. Vuelve igual que se marcha, en el interminable tobogán de sensaciones que es el Real Betis. La estabilidad emocional se vende cara en estos tiempos de pandemia en los que cotiza al alza el miedo a las olas. La tercera ha sido una especie de tsunami, dicen, y la cuarta viene en camino con espuma africana, brasileña o disfrazada de quién sabe de qué en un carnaval ya perdido.

Sin ánimo de frivolizar en la frialdad de enfermos hospitalizados sin una mano que llevarse a la propia, o en esos pasillos en los que pasan cadáveres a tu vera cada media hora, nos queda el frívolo fútbol para tratar de convertir las lágrimas en alguna sonrisa. Y precisamente ahora, cuando no hay certezas y cuando no hay vacunas para tanta enfermedad, está encontrando el bético un ancla para fondear sus ilusiones: Manuel Pellegrini.

Se puede decir ya. Estamos ante el Betis de Pellegrini. Mucho se tiene que torcer la temporada para que al técnico chileno se le escape el que se ha propuesto como un reto personal: alcanzar una plaza europea. Debe ser un objetivo de club, pero Pellegrini ha dado el paso al frente, ha asumido la triste realidad económica de la entidad y está sacando todo el jugo a un plantel cogidito con pinzas.  

Hay materia prima, claro está. Hay futbolistas de un nivel excepcional. Y son intocables los que marcan diferencias. Canales y Fekir, por ese orden, por encima del resto. Pero son los mismos que la pasada temporada acabaron en la decimoquinta posición y los mismos que coquetearon con la zona baja de la tabla tras un buen arranque de temporada.

Pellegrini ha aceptado la marcha de Sanabria, el punta en el que más confiaba, y ha recuperado para la causa a futbolistas que tenían inyectado el virus de la baja autoestima. Borja Iglesias hace goles de delantero de categoría y Joel Robles se ha convertido en un gigante en el uno contra uno y parece un portero de garantías con capacidad para contrarrestar el balón aéreo de un rival en los minutos finales de agonía.

El técnico chileno, además, ha activado la sana competencia en un plantel con aires -sin motivos- de acomodado. Juega, muerde, el que tiene más hambre. Alex Moreno sintió el aliento de Miranda; Carvalho o Guardado el de Paul; Tello el de Rodri, aunque no sea la banda la especialidad del canterano; y Joaquín el de Aitor Ruibal.

Hay carencias, pero cada futbolista hace lo que debe: poner sobre el campo lo mejor que tiene. Este Betis sí compite. No baja los brazos al primer contratiempo. Eliminado de la Copa, con tiempo para preparar cada partido de liga, el calendario ya no se ve como una amenaza plagada de rivales insuperables. La semilla de la ilusión vuelve a estar sembrada y la riega la sabiduría de Pellegrini.
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