De primeras, no entra por el ojo. Ni
Sampaoli, ni
Berizzo ni
Machín lo veían capacitado para liderar el ataque de un equipo como el Sevilla FC. Parece, por su físico, poco delantero. El soriano, particularmente, no creía que le fuese a resultar últil porque arribó a Nervión con la idea de usar un
3-4-2-1 en el que el punta no sólo iba a tener que
rematar centros laterales, sino también
fijar a los centrales para las imprevisibles llegadas desde la segunda línea de dos mediapuntas o segundos delanteros como
Sarabia y, se suponía,
Portu. Y el franco-tunecino mide 1,70 m, claro.
Pero Machín, aun siendo de ideas fijas, no tiene reparos en tocar lo que no funciona, ni tampoco en reconocer lo evidente. Por eso, tras caer ante Betis y Getafe, se decidió por cambiar el sistema para darle un sitio arriba a un Ben Yedder al que se le caen los goles. La pregunta es por qué hace tantos.
Qué tiene un jugador tan pequeño, más propio del fútbol sala que practicaba, para participar en
1,03 tantos por partido, ya sea marcando o asistiendo.
Y la clave está en sus piernas, en que las usa indistintamente. No en vano, ha hecho 10 veces diana con la derecha y siete con la izquierda en lo que va de curso. Es más, ha firmado un par dobletes con la diestra (ante Sigma y Standard) y un 'hat-trick' con la, supuestamente, menos dominante.
Pero
no se trata de una mera cuestión de precisión. Más bien, de tiempo, algo que dentro del área es oro. Ben Yedder
controla y remata bien de primeras con ambos pies y
no necesita perfilarse hacia su lado bueno para pegarle, lo que aumenta su
velocidad de ejecución, lo que deja muy poco margen de reacción a los zagueros rivales.
Imprevisibilidad Ser ambidextro, además,
facilita el engaño, al no saber el central con qué pie rematará finalmente. La acción ante Piqué, Sergi Roberto y Arthur
-amago, amago y amago, todos con la izquierda, más remate con la derecha- es un ejemplo tan cercano como ilustrativo.
Dicha suerte le facilita, por otra parte,
salir indistintamente hacia cualquier lado en el desborde, orientar sus controles y poder
proteger el balón envolviéndolo. Y es que resulta tremendamente complicado arrebatarle el cuero a un delantero que, sin ser rápido, también aporte fuera del área y que, por su fuerte tren inferior,
se gira rápido y arma veloz el disparo.
Con cualquier pierna. He ahí su mejor secreto.