Iba para estrella, pero lleva 'estrellado' desde hace algunos años. La pasada campaña, en el Estrella Roja, parecía renacer ese
Marko Marin que deslumbró hace una década. Era el ídolo del equipo en la Champions y lideró al conjunto balcánico en la máxima competición continental, lo que le valió para que enero de 2020 el
Al-Ahli de Jeddah saudí pagara 2,25 millones por su traspaso y le hiciera un contrato de estrella mundial.
Sin embargo, ayer, apenas un año después de su llegada al fútbol saudí, anunciaba su cesión al modesto
Al-Raed de Buraidá, duodécimo de la misma Liga.
En estos tres últimos años, en Ligas menores europeas, su estrella había renacido. Una Liga griega (Olympiacos), dos serbias y esa clasificación del
histórico Estrella Roja serbio, décadas después, a la máxima competición continental habían devuelto al internacional alemán al primer plano del fútbol europeo. Sin alcanzar la preponderancia que se le suponía, al menos, volvía a sentirse importante. Sin embargo, a sus 31 años, ese resurgir se ha eclipsado. Tal vez de forma definitiva.
Es el sino de una carrera marcada por un arranque fulgurante en el Borusia Monchengladbach y en la selección alemana, que le valieron
jugar el Mundial 2010 y fichar por el Chelsea. Y una caída en picado sólo frenada por su etapa serbia. En Londres fracasaría, como también lo haría en las respectivas cesiones al Sevilla -la final de Turín fue su puntilla-, a la Fiorentina, al Anderlecht o al Trabzonspor. Su posterior etapa en Grecia y, especialmente, en Serbia le devolvían
un aura que, definitivamente, parece haberse apagado.