La obsesión secreta de Alcaraz sale a la luz
El número uno del tenis mundial encuentra en el golf una vía de escape y ya presume de un hándicap de 11,2

A sus 22 años, Carlos Alcaraz no deja de sumar retos, incluso fuera de la pista de tenis. El mejor jugador del mundo también dedica tiempo a otra disciplina muy diferente: el golf. Lo que comenzó como un simple entretenimiento se ha convertido en un verdadero refugio para el murciano, que ya presume de un hándicap de 11,2 según la Real Federación Española de Golf (RFEG). Una cifra que refleja la progresión que ha tenido en apenas unos años, ya que cuanto más bajo es el hándicap, mayor es el nivel del jugador.
El joven de El Palmar suele aprovechar sus días libres para coger los palos y salir al campo. Según ha confesado, empezó a practicarlo en serio en 2020, aunque de niño ya había sentido curiosidad cuando acudía a los driving range para golpear bolas sueltas. Desde entonces, el golf se ha convertido en un hábito imprescindible en su rutina y en una vía de escape perfecta para desconectar de la alta exigencia del tenis profesional.
Un refugio contra la presión
En plena vorágine de torneos, Alcaraz encuentra en el golf una manera de equilibrar su mente. Durante el último US Open, torneo que acabó conquistando en Nueva York, se le pudo ver compartiendo green con el castellonense Sergio García, una de las grandes figuras españolas de este deporte. Incluso llegó a celebrar sus victorias en Flushing Meadows imitando un drive con la raqueta, un gesto que reflejaba cuánto disfruta con esta afición.
El murciano reconoce que cada partida le sirve como terapia. “Me siento en paz cuando salgo a jugar al golf en el campo. Solo piensas en hacer el mejor golpe posible y olvidas todo lo demás”, explicaba en declaraciones a la ATP. Una filosofía que lo acompaña tanto con el swing y el putt como con la derecha y el revés.
De hobby a pasión consolidada
Alcaraz no se limita a jugar de manera esporádica. Suele viajar con sus propios palos junto a la raqueta, y aprovecha cualquier desplazamiento para buscar un campo cercano. Entre sus referentes está el norirlandés Rory McIlroy, uno de los grandes nombres de la PGA. La influencia es clara: más allá de la técnica, lo que le atrae de este deporte es la calma y la concentración que exige.
A día de hoy, su hándicap de 11,2 lo sitúa en un rango de nivel amateur avanzado. Muy lejos de un simple aficionado ocasional y más cerca de quienes se toman el golf con seriedad. “Me vi mejorando y eso me enganchó aún más”, reconocía. Ese afán competitivo que lo ha llevado a lo más alto en el tenis también aflora cuando empuña los hierros.