De ganar Roland Garros a misionera en Asia

Mary Pierce pasó de ser una de las mejores tenistas del mundo a ser misionera en Asia para transmitir su fe

De ganar Roland Garros a misionera en Asia
De ganar Roland Garros a misionera en Asia. - Instagram

El mundo del deporte puede llegar a dar muchas más vueltas de las que desde fuera puede parecer. Casi todo el mundo piensa que cuando llegas a un mínimo de élite, tienes la vida resuelta, y que además será una vida ligada al deporte, pero no siempre es así. Primero hay que llegar a esa máxima élite, lo cual es más que complicado. A quienes más se les debe explicar es a los más jóvenes. En el fútbol por ejemplo hay jugadores que han llegado a debutar con los equipos más importantes de España, como Barça o Real Madrid, y que sin embargo su futuro ha estado más alejado del fútbol de lo que creían, o sí han sido futbolistas, pero no en el nivel que creían llegar.

Incluso hay jugadores que llegan a representar a su selección nacional en las categorías inferiores, en las más cercanas a la absoluta, como puede ser la sub21, y aun así después nunca llegan a jugar en la máxima élite mundial, y eso puede hacer que cuando termine su carrera futbolística, tengan que dedicarse a otra cosa para mantenerse, porque el deporte no les ha dado suficiente. Incluso para personas que están en la élite, la vida les tiene preparado otro destino y en ocasiones acaban dejando de ser deportistas y cambian por completo su vida. Uno de los mejores ejemplos de como puede cambiar la vida de una persona que ya está entre las mejores de su deporte, es el de Mary Pierce, que pasó de ganar Grand Slams a ser misionera en Asia.

Todo cambió por una lesión

Nacida en Canadá eligió representar a Francia, que era el lugar de nacimiento de su madre. Aunque dentro de la pista siempre fue una profesional, fuera de ella también tuvo que luchar con muchos factores que complicaron su carrera. Como ocurre en muchas ocasiones, su padre fue una persona que le aportó mucho como figura, pero que le exigía demasiado y que controlaba en exceso tanto sus decisiones profesionales como personales. De hecho, ya cuando Mary fue consciente de lo que vivía, llegó a denunciar públicamente los tratos abusivos que había recibido por parte de su progenitor. Esta situación marcó sin duda su vida en todos los aspectos, porque cortó toda su relación con su padre.

Aun así, llegó a ser la número tres del mundo según el ranking de la WTA, destacando por un juego muy potente con el que fue capaz de hacer grandes remontadas. Su mayor éxito se produjo cuando ganó en el año 2000 el Roland Garros, pero seis años después, todo cambiaría. En un partido en Austria se rompió el ligamento cruzado de su rodilla y aunque intentó recuperarse para volver, tuvo que acabar colgando la raqueta. Y ahí, tras muchos años, volvió a reconciliarse con su padre entre otros aspectos por su fe, por saber perdonar. Y precisamente ser tan creyente le ha hecho dedicar su vida al servicio del cristianismo. Ha viajado desde las Islas Mauricio hasta lugares de Asia siendo misionera y ayudando a comunidades con dificultades, asegurando que este trabajo fue más gratificante que los torneos ganados.