Sánchez Martínez 'jugó' mejor que el Sevilla de Lopetegui

Joaquín AdornaJoaquín Adorna
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Sánchez Martínez 'jugó' mejor que el Sevilla de Lopetegui
- Joaquín Adorna (@JoaquínAdornaED)
Falló menos Sánchez Martínez que el Sevilla. Volcar la ira del durísimo varapalo sufrido ante el Barcelona sobre el árbitro puede servir como desahogo a quien no quiere mirarse a sí mismo, pero el Sevilla no se ha quedado sin la final de Copa por culpa de un mal arbitraje. Puestos a medir y a tratar de ser justos, ni el Sevilla ni el árbitro hicieron un partido perfecto, pero la imperfección de los de Lopetegui fue muchísimo más grande que la del colegiado murciano.
 
Pudo cometer un error grave Sánchez Martínez: no expulsar a Mingueza en el penalti a Ocampos y no mantener la misma vara de medir con Fernando, a quien sí mostró la segunda amarilla en la única falta que pitó -porque lo fue- de las muchas que buscaron al borde del área los azulgrana -y en las que el árbitro no picó en el anzuelo-.

Pero para entonces, el Sevilla ya había tirado una desastrosa primera parte en la que milagrosamente perdía tan sólo por 1-0 y entró más sólido en una segunda mitad en la que Jordi Alba envió al larguero un balón que ya habría supuesto el 2-0 antes del penalti.
 
También se le puede reprochar a Sánchez Martínez que mostrara la primera amarilla a Fernando y no hiciera lo mismo en un descarado pisotón de Dest a Acuña. En el carrusel de amarillas en la recta final, y la roja a De Jong ya en la grada, casi tienen más culpa los jugadores por focalizar, como su entrenador, a donde no deben que responsabilidad un árbitro que tal vez podría manejar con más mano derecha la desesperación de los futbolistas.
Hasta ahí la imperfección del arbitraje de Sánchez Martínez, porque en las manos dentro del área, ninguna de las que hubo en ambas áreas es penalti. En la de Lenglet, que es la que más polémica ha generado, el central toca el balón con el pecho antes y el reglamento en este sentido es claro.  
 
Una hoja de servicio, en definitiva, con fallos que no deben tapar el mal día de un Sevilla al que empequeñeció el Barça y que no está en la final por otras muchas razones. Si empezamos por las más concretas, porque Ocampos no marcó el penalti a falta de poco más de un cuarto de hora para hacer el 1-1 que habría obligado a los de Koeman a marcar tres goles para pasar.

O por el error de En-Nesyri en los instantes finales cuando perdió un balón con todo a favor para aguantarlo marchándose al córner a 'quemar' unos segundos. O porque fue incapaz Vaclik de enviar con la potencia necesaria el balón al área en la última falta de la que dispuso el Sevilla en la prórroga para buscar un gol que le habría clasificado.
 
La falta de Fernando y su expulsión, o el despeje de Diego Carlos hacia fuera en el último balón que se iba a córner, son decisiones que se toman con el corazón a mil de imprevisibles consecuencias. En este caso, la primera dio origen a la segunda, y la segunda al tanto del empate que forzó la prórroga.  
 
En las razones más generales, el fallido planteamiento inicial de Lopetegui. No le funcionó utilizar a los dos delanteros. Arrancó con la presión alta, metió miedo incluso antes que el Barça, pero los de Koeman rompían líneas con facilidad, con velocidad, y convirtieron muy pronto el encuentro en un acoso y derribo con el que llegó el golazo de Dembelé. Tampoco le sirvió la idea para defenderse con balón y tener el control del partido, aunque curiosamente, con los mismos hombres, mejoró en solidez en la segunda mitad.
 
Después hay cuestiones que se escapan al control de cualquiera. La ausencia de Bono y la vuelta de Vaclik tras tanto tiempo inactivo influye, evidentemente. Bono hizo paradas de muchísimo mérito en la ida para mantener la portería a cero y es una pieza más en el juego con los pies, recurso que hace correr mucho al rival y que sólo utilizó ayer el equipo cuando el riesgo era mínimo o cero.

Imprevisible fue, además, la lesión de Aleix, que estaba siendo el mejor del partido; y el necesario cambio de Acuña, recién salido de una lesión, que son inevitables y parte del juego.
 
Y hay, por último, un Barça en plena crisis institucional, pero en un estado de forma impresionante, posiblemente en el pico de máximo rendimiento de la temporada que, en el balance global de la eliminatoria, ha sido mejor. Sánchez Martínez no hizo un partido perfecto, pero fue mejor que el del Sevilla. Conviene no desviar la mirada al colegiado y centrarla en los errores propios para seguir creciendo y para, como dijo Rakitic, pasar una mala noche y levantarse más fuertes.
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