El reglamento de la
RFEF y la circular que el
CTA envió a los árbitros para que se aplicase este curso dice lo siguiente de
penaltis por manos como los señalados a
Franco Vázquez y
Escudero el pasado domingo en el Coliseum Alfonso Pérez de Getafe: "Las manos rebotadas que impactan en la mano o en el brazo de un jugador, como principio,
por su total involuntariedad, no serán sancionadas; pero si se observa que desde el inicio de la jugada el defensor, con
clara intención de cubrir más espacio, eleva o despega claramente sus brazos o manos y el balón impacta en esa zona de su cuerpo, será sancionado tanto técnica como disciplinariamente conforme a las reglas del juego. En cuanto a la
sanción disciplinaria a aplicar en jugadas de manos, no hay cambios en relación a temporadas anteriores; es decir, serán amonestadas las acciones en las que el jugador toque con la mano para interferir en un ataque prometedor o detenerlo, si toca el balón en un intento de meter un gol, o de evitarlo (...)".
El texto, desde luego, se ajusta a lo que pasó en el
Getafe-Sevilla. Y el 3-0 parece legal. Entonces,
¿de qué se quejan los sevillistas? ¿Cuáles son los motivos de su indignación? Pues hay varios, empezando por el obvio hecho de que hace muchísimo tiempo ya que se colmó el vaso de la paciencia con
Mateu Lahoz, uno de los colegiados con más afán de protagonismo y de los más polémicos de
LaLiga, con quien, además, tienen un mal balance.
Caparrós se quejó, sobre todo, de la expulsión de
Escudero y de las cinco amarillas que vieron sus pupilos en apenas cinco minutos. En la misma jornada dominical, por ejemplo, se vio una acción similar en el Benito Villamarín, donde el central del Valencia
Gabriel Paulista cortó con el brazo un remate que iba a portería del local
Sergio León y, a diferencia de lo que decidió Mateu Lahoz en Getafe, esta vez
Sánchez Martínez decretó pena máxima pero no amonestó al zaguero blanquinegro.
Y ahí reside el primero y, a buen seguro, el
principal motivo del enfado nervionense: en criterios muy cambiantes que, a la larga, invitan a pensar mal. Y es que cabe recordar, sólo por poner comparaciones, que
Martínez Munuera dirigió el
Barcelona-Sevilla de la jornada 10 y dejó sin sancionar una mano dentro del área del culé
Jordi Alba, que cortó un centro de
Jesús Navas (es decir, según la circular, "un ataque prometedor"). Ahí no fue penalti ni amarilla. En los dos del
Getafe-Sevilla sí hubo doble castigo, algo llamativo, pues ese día el árbitro fue el mismo que estaba sentado en el
sala del VAR para revisar lo que acontecía el domingo en el Coliseum:
Juan Martínez Munuera, de Benidorm.
Ésa es otra. La 'curiosidad' de que con el
Valencia luchando contra
Getafe y
Sevilla por una plaza de
Champions, un árbitro valenciano como
Mateu Lahoz sea el juez de la contienda; que uno de sus dos líneas sea también de allí y que, para colmo, el encargado del VAR, el propio
Martínez Munuera, también sea del colegio valenciano. Da, como poco, para pensar. Pero no es la primera vez que ocurre. Tanto es así, que el
Sevilla puede decir que le ha pitado un colegiado nacido en la Comunidad Valenciana ante los cuatro primeros de la clasificación:
Mateu le pitó en el
Santiago Bernabéu y en el
Coliseum Alfonso Pérez y, en casa, ante
Barcelona y
Atlético.
Con
Martínez Munuera, por su parte, concidió en el
Camp Nou y en Nervión contra el
Alavés, en lo que entonces era también un duelo directo por el 'Top-4'. El tercer motivo del enfado del sevillismo radica en cuándo entra el
VAR. En sus partidos lo ha hecho en ocho ocasiones y en cinco fue para pronunciarse en su contra, por sólo tres a favor. Ser, con un balance de -5, el más 'perjudicado' resta confianza en la supuesta imparcialidad y en la justicia del videoarbitraje.