Carlos Alcaraz supera a Rafa Nadal para entrar en la historia

El tenis es uno de los deportes que más dinero mueven debido a lo elitista que ha sido a lo largo de la historia, pero a la vez también es un deporte en el que se crean mitos de proporciones bíblicas. Algunos de los grandes deportistas son tenistas y eso ha hecho que en torno a estas figuras se hayan creado fandoms muy leales que darían mucho por tener parte de su éxito en su poder. Una de las formas de hacerlo es con el coleccionismo, pues tener en su poder alguna pieza de las que se han usado para lograr estos hitos es un caramelo muy goloso.

Una muestra es la de las subastas de raquetas. A lo largo de la historia hemos visto en otros deportes como el fútbol o el baloncesto subastarse camisetas de jugadores de leyenda por precios desorbitados, y en el tenis eso sucede con las armas de los protagonistas. Hasta ahora el récord estaba en poder de Rafa Nadal y su raqueta con la que ganó Roland Garros en 2017. Esta se vendió pocos meses después por 157.000 dólares, o lo que es lo mismo, por la friolera de 135.000 euros al cambio, una cifra que ahora se ha superado.

Y es que la raqueta que Carlos Alcaraz usó en 2023 para ganar en la final de Wimbledon a Novak Djokovic se ha vendido en una subasta por la friolera de 173.000 dólares, 149.000 euros al cambio, 15000 más que la de Nadal, convirtiéndose así en la raqueta más cara jamás vendida en una subasta. Esto habla del icono en el que se ha convertido el murciano de 22 años, ya uno de los grandes de la historia del tenis, pese a que su raqueta apenas acabe de arrancar.

Con la cabeza en el número 1

Este 2025 ha sido uno de los grandes años en la corta carrera de Alcaraz, pues ha ganado muchos torneos importantes, empezando por Roland Garros y el US Open, además de los Masters 1000 de Montecarlo, Roma o Cincinnati. No obstante, aún le queda dar un paso más y asegurar el número 1 del mundo que reconquistó en Nueva York hasta final de curso. Para eso va a afrontar desde la semana que viene el Masters 1000 de París, último del curso, y poco después, las ATP Finals de Turín, torneo que remataría un palmarés mágico para su tan corta edad.